Capitulo 3 La Ilusión de un Nuevo Amanecer

Capitulo 3 La Ilusión de un Nuevo Amanecer

Stiven R Gyz

24/07/2024

El viaje a la capital fue como un renacer. Buscaba en los libros, en los pasillos de la universidad, una forma de reconstruir mi vida. Me sumergí en el estudio con una intensidad que buscaba reemplazar el vacío dejado por Valeria. Las salidas ocasionales con chicas nunca consiguieron tocarme de la misma manera. Nada parecía encender esa chispa que una vez me había consumido con tanta intensidad.

Un día, en un viaje en autobús hacia la universidad, una chica se subió en una parada que no solía frecuentar. Mi mirada se topó con la suya en un instante fugaz, y el mundo a mi alrededor pareció detenerse. Sus ojos eran profundos y oscuros, su piel pálida como la luna de medianoche, con un toque de rojo en los extremos de sus párpados. Era una visión familiar, un reflejo de lo que había perdido, y no pude evitar quedarme mirándola, como si esperara que ella respondiera a mi desolación.

Los días siguieron su curso, y la casualidad nos reunió a través de un amigo en común. Ella pidió mi número, y pronto un mensaje iluminó mi pantalla en una noche cualquiera. Era ella. Comenzamos a hablar y a conocernos, y aunque al principio parecía una distracción pasajera, pronto me di cuenta de que algo genuino estaba surgiendo. La invitación al cine se convirtió en una noche de risas y complicidad, y lo que comenzó como una simple amistad pronto se convirtió en algo más profundo.

La conexión entre nosotros era palpable. Salimos a comer después de la película, y la velada se sintió como un refugio en medio de mis tormentas internas. Cada momento compartido parecía un pequeño triunfo sobre la melancolía que aún me acompañaba. Pero, como siempre, el destino tenía sus propios planes. Una noche, después de un día particularmente agotador, la acompañé a su casa. Nos abrazamos y nos besamos con una ternura que prometía esperanza. Sin embargo, ese beso se convirtió en el último recuerdo que tuve de ella.

La noche siguiente, al regresar a mi casa, me sentí exhausto y me acosté esperando que el sueño aliviara el peso de mi fatiga. Ella me escribió, pero mi cansancio fue tan grande que apenas respondí. Al día siguiente, me enfrenté a una nueva decepción: su mensaje decía que no podía seguir viéndome porque su madre no se lo permitía. La excusa me sonó vacía, una cortina de humo que escondía la verdad detrás de su ausencia.

La decepción me envolvió como una sombra. Sentí que, una vez más, el universo me jugaba una mala pasada. Me resigné a dejarla ir, aunque la herida interna seguía abierta, arrastrando consigo fragmentos de tristeza. Salí con un amigo, buscando olvidar con vino lo que no podía olvidar con tiempo. La mezcla de alcohol y recuerdos se convirtió en un remanso temporal para un dolor persistente.

Pasaron los meses y, aunque su recuerdo seguía presente, me esforzaba por avanzar. Las calles que antes caminábamos juntos eran ahora testigos de mi lucha por dejar atrás ese capítulo. Cada rincón me recordaba la ilusión que había sido, y a pesar del dolor, el tiempo se encargaba de transformar esos recuerdos en meras sombras del pasado.

Un día, ella reapareció en mi vida a través de un mensaje. Su intento de reconexión llegó demasiado tarde. La herida aún estaba fresca y el resentimiento se había asentado en mi corazón. No pude darle la oportunidad de explicarse. La decepción y el dolor habían construido una muralla que no podía ser derribada con simples palabras.

Así, ella se convirtió en un recuerdo más, una historia que quedó atrapada en el pasado. A veces me pregunto qué hubiera pasado si hubiera luchado por ella con la misma intensidad que por Valeria, pero la rabia y el cansancio de los errores anteriores me hicieron desistir. Ahora, su nombre aparece en mi mente como un eco distante, un susurro de lo que pudo haber sido, mientras continúo avanzando, con el peso de los recuerdos y el desafío de seguir adelante.

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