Después… ¿qué es lo que puede quedar?

Me encuentro parada frente al Océano del Tiempo, contemplando. En sus vaivenes eternos no hay espacio para la duda, para la certeza, para el miedo, para la valentía, para la añoranza, para el dolor. 

El Océano del Tiempo no tiene recuerdos, sus cargas serán siempre etéreas, se renuevan en cada romper de las olas frente a la playa. Entre sus olas carga tan solo lo que es esa ola, no dilucida sobre lo que fue la pasada, no recuerda lo que será la futura. Sin piedad, lleva cada una hasta su inexistencia, donde borra las pisadas de aquellos que recorremos la suave arena en busca de respuestas, donde destroza las piedras que hemos erguido para ser memorables, donde desvanece los eternos monumentos construidos para gritar “yo existo”. Llegada la ola que todo desmiente, ésta sucumbe a la inexistencia, al igual que lo destruido por ella, y luego… olvida, deja ir… y luego, permite que venga el Después.

Es curioso observar la calma con la que se mece este Océano formado con mis lágrimas, lágrimas surgidas porque en ningún momento pude olvidar y borrar, lo que ahora con tanta facilidad se disipa, lo que el Océano del Tiempo en cada momento desdibuja. Es lo único que puede hacer. Es lo que inevitablemente ejecutará hasta que la última bocanada de cenizas del pasado haya sido, también, olvidada, y su recuerdo no quepa más en el mundo del Después.

Frente a este Océano me es imposible mentir: yo también he construido vestigios que el Tiempo ha borrado. Vestigios para probar que mis pisadas sobre la arena han existido, vestigios para permanecer cuando tan solo permanezca el gentil vaivén del Tiempo sobre la arena crispada bajo su azote. Mis muros, mis castillos, mis páginas escritas al punzar del viento nocturno han, sin embargo, sucumbido frente a lo inevitable; no ha quedado nada más que la lágrima derramada en derrota, la lágrima otorgada al Océano que ahora se desvanece con todas las que le han sido entregadas, ya sea de manera voluntaria, o ya sea que hayan sido desprendidas violentamente de aquellos ojos que se negaban a Observar que sus andares se desvanecían en la nada que deja atrás el Tiempo.

Jornadas incontables me he encontrado aquí, en el lugar donde tantos han esperado, donde tantos esperarán, la respuesta que nunca habrá de ser encontrada, la respuesta a la pregunta que sigue tras observar que lo construido es devorado por el Océano, la respuesta que el Tiempo ha engullido junto con los caminos trazados, la respuesta anhelada para apaciguar el fuego que consume el alma. No hay tal respuesta; no hay por qués, no hay cómos, no hay quiénes. 

El Océano del Tiempo ruge mientras continúa su andar. Para él Antes, Ahora o Después dan lo mismo, su existencia se define tan solo por las olas que incesablemente acarrea a la orilla. Para mí,  el Tiempo que le es inherente, lo es todo. Sus oscilaciones han destruido mi Antes, han provocado que tema el Después, y me han dejado tan solo en el Ahora, desde donde le observo sin más anhelos qué derramar, con los recuerdos secos en las mejillas y el Vacío en el mirar.

En el andar imparable del Tiempo se pierden las respuestas que esperé encontrar al llegar, perdida y desesperada, con tan solo una última súplica que exhalar, antes de perder mi habla ante él. Tras la llegada de la Nada, quedaba la vana esperanza de que, al llegar al Océano del Tiempo, pudiera de nuevo recuperar lo perdido, sin entender que lo único que podría ofrecerme sería un lugar para las lágrimas, cegando mi vista. 

Ahora no quedan más Lagrimas, ni más Palabras por pronunciar, ni más Ruegos que busquen redimir el Vacío que brilla en mí; tan solo quedan  los recuerdos de todos los pasos andados para llegar al Océano del Tiempo, pasos muy distintos a los vislumbrados por los fantasmas de mi pasado, pasos que me llevaron por un lugar muy diferentes al imaginado en mis sueños. Los que aquí me trajeron son pasos de una vida olvidada, de un futuro pasado y de una esperanza destrozada.

Desde aquí los puedo observar. En un extremo de la playa, donde antaño se resguardaba mi Nombre, Nombre otorgado por las estrellas y los parajes lejanos y fantásticos, por los sueños que me empeñaba en llamar verdad sin saber que eran tan solo rocío que se evaporaría con la salida del Sol, se encuentran. 

Es ahí, en esa lejana esquina de mi Vida donde antaño fui Nombrada, donde se encuentran aún los fantasmas de mi Ayer, mirándome aprehensivamente, esperando, suplicando, reclamando que de nuevo tome su mano y de nuevo pulsen dentro de mis venas, ignorando que el Tiempo nos ha separado y no hay camino ya que me lleve de regreso a ellos, ignorando que ya no hay más alientos dentro de mí para de nuevo luchar contra el palpitar del Océano, para recuperar lo que nunca existió, lo que nunca sobreviviría en el mundo del Después, lo que ahora el Tiempo se ha llevado. Ignorando, sobre todo, que soy incapaz de nombrarme de nuevo, como ellos fueron nombrados en otra época, pues se ha perdido la Palabra que nos uniría de nuevo y es tan solo en la brecha que el Tiempo ha impuesto donde quedará el Nombre que alguna vez nos unió.

En su mirar encuentro, también, la desconcertante pregunta de por qué el Tiempo nos separa, y de por qué me encuentro esperando en un paraje tan distinto al que sus pasos unidos habían determinado para mi Ahora. Con una mirada un tanto maliciosa, un tanto resignada, respondo -Ni aún yo entiendo cómo me encuentro aquí, en un sitio tan ajeno al que imaginaron, al que edificaron para mí. En un momento, sus sueños se derrumbaron, y es sólo tras ese momento que me encuentro yo, tan ajena para ustedes como sus planes lo son para mí. El Ahora que hubiese esperado de mí, edificado sobre vanas esperanzas, ha traído su fin y el mío, pues su Ahora anhelado existe tan solo en los confines de los sueños… al igual que yo.

Mi respuesta no parece apaciguar sus dudas, pues su mirada inquisitiva se agudiza; -¿No lo entienden aún? En el momento en que su presente se transformaba en el fantasma del pasado y nacía aquél instante con el que durante épocas enteras soñaron, entró la Sombra
y asesinó a las ilusiones que nacían de sus sueños. Quedé tan solo yo. La Sombra, asombrada por lo sucedido, siguió mis pasos, uno a uno, siempre acechando, siempre esperando, devorando lentamente los vestigios y talismanes que me entregaron para seguir el camino dilucidado en la suave arena, dilucidado antes de que nos percatáramos de que el Océano del Tiempo se encontraba a nuestro lado… una vez devorados los talismanes, una vez consumido el corazón que me hubiese entregado con la promesa de serle por siempre fiel a los recuerdos del futuro que para mí trazaron, una vez agotada la esperanza de encontrar de nuevo el regreso al camino prometido por entre la arena, entonces, entonces la Sombra tomó mi mano y, sin Muerte en su mirar, sin Miedo en mi observar, se fundió en la niebla que acarrea el Océano.

-No hay Sombra ya que atormente mis pasos, tampoco hay ya andar que me lleve de regreso a ustedes y no hay Palabra para cruzar la brecha impuesta por el Océano. Hay tan solo el eterno fluir del Tiempo.

Su mirada desolada continúa fija en mí, ignorante del rugir del Océano, ignorante también de las lágrimas inexistentes en mis mejillas, lágrimas que por tiempo eterno fueron derramadas por su pérdida, lágrimas que ahora son tan etéreas como la brisa que el Tiempo otorga. Con un gesto me reprochan, lo sé, me reprochan no haber luchado contra la Sombra, como ellos lo hubiesen hecho. Me reclaman no haber tomado espada y escudo para luchar contra los porvenires del Destino, contra los que ellos predicaron que habría de lucharse con tal de no dejar ir, de entre las manos, la estrella tomada en cautiverio. Me detestan por mi existir sombrío y desnudo frente al Océano del Tiempo, por mi presencia simple y humana, en contraste con las maravillas e ideales que soñaron me revestirían. Me detestan por la tierra en mis manos, lo desaliñado de mi mirar, lo expuesto de mi cuerpo, y por lo que, finalmente, me he visto forzada a aceptar: la Sombra se ha fundido en mí.

Entiendo bien la mirada de mis fantasmas del pasado. Entiendo también que no hay respuesta que les pueda hacer comprender lo que una noche de sangre y muerte han traído, lo que un día sin luz me ha explicado, y lo que la Sombra ha impreso en mis brazos, en mi pecho, en mis piernas. 

Aún así, les sonrío y les miro, una sonrisa melancólica y una mirada cansada, y les hablo nuevamente, -Sólo esto puedo ofrecer…. –explico extendiendo las palmas- una disculpa y nada más. Las heladas me llevaron por parajes distintos a los que soñamos. Las tormentas me obligaron a dejar el camino que seguíamos. La niebla hizo que perdiera el rumbo y no tuviera más opción que dejarme caer en su blancura y perderme, así, del tiempo que teníamos destinado. La Sombra me obligó a retorcerme de dolor y soltar su mano cuando nos habíamos jurado que sería lo único que nunca cambiaría. Cuando desperté, nada quedaba. Tan sólo las cenizas del mundo que juntos construimos. Así pues, tuve dos opciones: morir asfixiada por el polvo que dejó la destrucción de nuestro mundo, o darme la vuelta y caminar desnuda por una tierra sin memoria ni alma, por la que sólo aquellos que han contemplado los antiguos vestigios de la grandeza rota han andado.

-Deben saber que lo intenté. Intenté no olvidar y de nuevo tomar su mano. Intenté reconstruirles, intenté negar la nada que sostenía entre las manos y encontrar mi camino de regreso a ustedes. Deben saber también que nunca fue una opción regresar, así como nunca fue una opción dejarles ir entre las cortinas de negrura que nos separaron. Llegué a la tierra donde ahora vago por la simple crueldad del destino, una simple desviación que nadie entiende y de la que nadie es culpable. Mas no puedo pretender que no se resquebrajó mi alma, que anhelé no la muerte sino la nada, que tuve que renunciar una a una a mis certezas y caminos y esperanzas y alegrías. No puedo ignorar que hoy no soy más que una concha vacía que anhela una inhalación de vida. Peor que las atrocidades que ahora atormentan mis noches, sería pretender que mi vida es mía de nuevo, que el camino siempre estuvo ahí, que los castillos no se derrumbaron ni los dragones murieron.

-Así pues, lo único que puedo ofrecer es una disculpa. Deben entender que mi alma pereció intentando sobrevivir a esta maldad en la que el destino decidió arrojarnos. Deben entender que ofrezco esta disculpa sin nada más que un aliento tan leve dentro de mí, que resulta imperceptible. Pero, deben saber también, que no puedo seguir luchando ya, estoy cansada de dejar correr lágrimas y sollozos lamentándome por lo que perdí. Estoy cansada y ya no puedo más; no puedo ya seguir cargando el sentido del pasado, no puedo pasar más noches en vela por su ida, no puedo seguir temiéndole a mis recuerdos por la certeza de que regrese el dolor punzante de que ya no están, no puedo seguir viviendo con las palabras “alguna vez”, ya no más, ya no puedo.

Los fantasmas escuchan mis palabras, mas no buscan comprenderlas. Tan solo se retuercen ante ellas esperando que mi siguiente exhalar desmienta lo pronunciado y me arroje de nuevo contra la brecha impuesta en su búsqueda. Sus figuras etéreas se empañan tras la niebla del Océano que sigue rugiendo, anhelan lo que el Vacío me impide conceder, me impide añorar, -El puente, -continúo – que me ha llevado al Futuro anhelado ha sido creado, seguido, vivido y, finalmente, completado. Nuestros pasos se han unido para que llegue la catástrofe… y para que llegue el momento en que me despoje de todas las capas y castillos impuestos y pueda sentarme aquí, hablando con ustedes, desnuda.

-Sin las especulaciones del Ayer, o los recuerdos de Mañana, que ustedes tan cuidadosamente labraron y cargaron durante el camino por la arena, sin los talismanes y amuletos cimentados con los rayos de luz apresados, sin el Nombre otorgado por el Más Allá con el que ustedes cruzaron el puente que nos une, sin ellos yo no me encontraría aquí. Pero, es momento ya de dejar ir los talismanes que unieron e hicieron posible cruzar el puente, pues el Después que viene por delante demanda que entre con las manos vacías, con el cuerpo desnudo y con los ojos vueltos hacia la Luz que a momentos ciega, a momentos duele y crea, en momentos, nuevas sombras.

-Inevitablemente ha llegado el Fin. Y el Principio. En mi Fin no he encontrado su Principio, pues no me encuentro en la tierra prometida, soñada bajo el calor de la Noche por ustedes. Mi Principio, mi Ahora, tan ajeno como les sea, no es un momento en el que sostengo la Libreta Roja, escrita con los latidos de sus almas, y no continúo esculpiendo en ella la historia ideal. No, mi Principio es el momento en donde todo lo que tengo son mis manos vacías y mis ojos taciturnos, mis sonrisas y mis pesadillas, y un leve suspiro reconfortante exhalado sólo al encontrarme despojada de todas las cargas. Mi Principio es el momento en el que el puente se cierra, y tengo que olvidar todo, cerrar el camino, despedirme, volver la vista y continuar. Es el momento en que, como las olas que nada han dejado atrás, debo dejar ir lo olvidado. Entonces, continuar. Entonces, permitir que llegue Después.

-Mi ahora es un momento donde soy sin el Nombre que ustedes cargaron, y me encuentro incapaz de nombrarme de nuevo frente al Océano, pues sólo me ha otorgado su rugir y su destrucción, mas no la Palabra que me permita de nuevo Nombrarme. Me encuentro en el lado lejano de la vida… donde meramente el Tiempo aguarda, pero no hay espacio ya para las líneas impresas por su exhalar, hay simplemente los linderos marcados por mi llanto, hay sólo el Después que la Sombra no ha otorgado…

Exhalando audiblemente, desvío la mirada de mis Fantasmas y la fijo en el Océano. Imperturbable a nuestro hablar, incansable como siempre, el Océano del Tiempo sigue fluyendo. No tiene más altares qué derribar, ni más ideales rotos qué deslavar; todo lo ha devorado. Sin embargo, seguirá fluyendo, sus rugidos armónicos y dulces cantares palpitando al compás de cada ola, seguirán. Seguirán aún cuando me aleje de él, seguirán cuando acerque el oído al hueco que han dejado en mi corazón para que pueda escucharle siempre. Seguirán así siempre, en el Después, que es todo lo que queda.

Al ponerme en pie vuelvo la vista a la esquina de los fantasmas. Sus formas etéreas se han evaporado frente al incansable Océano y han, finalmente, cedido su estar inexistente a las aguas del Tiempo donde habrán de perderse junto con las lágrimas derramadas por su Muerte. Antes de dar la vuelta les otorgo una última despedida con un gesto de cabeza y, por un momento, mis pensamientos descansan en su “alguna vez”.

Ellos, lo sabían, no quedaba más por decir. Ellos lo sabían, mi Principio se encuentra después del inicio y del fin, se halla en este momento en el que concurro parada con las manos vacías, recordando que se cierra una época en mi vida y viene lo que Sigue, lo que ellos nunca contemplaron, lo que yo no podría haber vislumbrado de no ser porque perdí mi inocencia y me transformé en Persona, lo que no está delimitado por la belleza o por los horrores, sino tan solo por la Vida incansable, inestable, inmunda y, ultimadamente, expuesta frente a la Verdad que tan solo es.

Únicamente les habrá quedado una pregunta antes de finalmente ceder también al Tiempo…¿la Libreta Roja? Tal vez el Tiempo en el que se han sumergido se las responda: este momento existe singularmente porque la Libreta ha sido concluida y guardada. Este momento existe porque no hay Libreta Roja latiendo en mis pasos, porque no hay Luz y Oscuridad trazando mi camino; ahora existen, tan solo, todos los colores de la Vida en un andar sin sendero ni marcas ni palpitar.

Tan solo colores infinitos en el ser. Tan solo olas incansables en el Océano del Tiempo.

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