CIRCULO DE FUEGO «La atadura de una juventud»

CIRCULO DE FUEGO «La atadura de una juventud»

camilo camargo

15/07/2024

En un rincón olvidado del sur de Córdoba, donde el sol parece castigar con más furia a los que ya sufren, vivía Julián. Su vida, marcada por la pobreza y la desesperanza, se extendía como un paisaje árido que no prometía un futuro diferente del presente miserable. En las calles de su municipio, donde la violencia es una sombra constante y el grito de auxilio se ahoga en la indiferencia, los días de Julián eran una lucha interminable por la supervivencia.

A sus catorce años, Julián ya conocía el rostro cruel de la vida. Con una madre ausente en sus pensamientos y unos abuelos quebrados por el peso de los años y la miseria, el muchacho vagaba por las calles como un alma en pena, buscando algo que le diera sentido a su existencia rota. Su tristeza, enraizada en la falta de oportunidades, lo convirtió en blanco fácil para aquellos que acechaban en las sombras.

Fue entonces cuando aparecieron ellos: Un grupo del mal, conocidos en el pueblo como «los Ositos». Vestidos con sus uniformes camuflados, con armas que pesaban más que el destino de los jóvenes que buscaban corromper, se movían como depredadores en busca de presas. Con una sonrisa calculada y palabras dulces como el veneno, se acercaron a Julián.

—¿Qué tal, muchacho? —preguntó uno de ellos, su mirada oscura revelaba más de lo que pretendía ocultar—. ¿Qué haces por aquí, solo?

Julián al principio los evitaba, pero pronto entendió que la vida en las calles es una selva donde hay que ser astuto o ser devorado. Los Paracos le ofrecieron algo que él no podía rechazar: una dosis de escape.

—Esto es gratis —dijo el hombre mientras le entregaba un pequeño paquete. —Tómalo, diviértete un poco. Nadie tiene que saberlo.

Julián, movido por la curiosidad y la desesperación, aceptó la oferta. La primera vez que inhaló el polvo blanco, sintió un alivio momentáneo, una burbuja de olvido en un mundo sombrío. Los Ositos eran astutos; no querían solo corromper a Julián, sino también establecer una dependencia que los atara a ellos.

La droga se convirtió en una necesidad para Julián, una promesa efímera de felicidad en medio de una vida de penurias. Los Ositos lo abastecían sin costo, sabiendo que a través de la adicción, tendrían un nuevo peón en su despiadado juego. El regalo que al principio parecía un acto de generosidad, pronto se transformó en una cadena invisible que lo mantenía cautivo.

—Ahora eres un oso mas, uno de nosotros —decían—. Pronto te mostraremos cómo hacer dinero. Solo necesitas seguir consumiendo.

Julián cayó en el abismo de las drogas. Se volvió una sombra de lo que alguna vez fue. La adicción consumió su mente, su cuerpo y su alma. La relación con su familia se volvió tóxica, marcada por gritos y violencia. El colegio se transformó en un campo de batalla, donde su agresividad y su desesperación por más drogas lo llevaron a robar y a estafar. Los días pasaban en una espiral descendente, mientras los Ositos observaban con frialdad el deterioro del joven.

Pero el ciclo de destrucción que ellos mismos habían sembrado no duró mucho. Pronto, la droga dejó de ser un regalo y se convirtió en una deuda. Julián, ahora un adicto desesperado, empezó a buscar dinero de cualquier forma posible, robando a sus vecinos, estafando a sus compañeros, y convirtiéndose en un personaje temido en la comunidad.

El final de su historia se escribió en una fría tarde, cuando la desesperación lo llevó a robar una cantidad de dinero que no era suficiente ni para su próxima dosis. La misma mano que lo había introducido en el vicio ahora lo atrapó. Los Paracos, temiendo que su creación se les escapara de las manos, decidieron eliminarlo antes de que pudiera ser un problema mayor.

Julián cayó al suelo con el dinero en su mano, el rostro lleno de un miedo indescriptible y la mirada perdida en el vacío. Las mismas sombras que lo habían atraído al abismo ahora lo consumían. En el eco de los disparos, el sol se escondía detrás de nubes grisáceas, como si el cielo mismo llorara la pérdida de una vida que nunca tuvo oportunidad de cambiar.

El ciclo se repitió, y Julián se convirtió en otro nombre más en la lista de víctimas de los Ositos, un testimonio mudo de un sistema que falló, de una sociedad que no pudo proteger a sus jóvenes de los depredadores que acechaban en las sombras.

En las calles del sur de Córdoba, la historia de Julián se convirtió en una advertencia silenciosa para aquellos que aún se aferraban a la esperanza en medio del caos. Una historia de promesas rotas, de vidas arrastradas al abismo por las mismas manos que una vez se habían presentado como salvadores.

Así, la espiral de violencia y desesperación continuó, una y otra vez, en un ciclo sin fin.

La historia de Julián es un reflejo doloroso de la realidad que viven muchos jóvenes atrapados entre la pobreza, la falta de oportunidades y la influencia destructiva de los grupos armados ilegales. Es un llamado a la reflexión sobre la necesidad urgente de crear alternativas verdaderas y sostenibles para evitar que más jóvenes caigan en el mismo destino oscuro.

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