Arroci vs Trigonet

Arroci vs Trigonet

Vero Almeida

14/08/2024

El silencio en el lugar es imponente. El maestro panadero mira seriamente el ir y venir de sus alumnos llevando y trayendo los diferentes tipos de harinas, levaduras y demás elementos necesarios para realizar un pan excelente. Siempre consideró su cocina un lugar sagrado y así lo entendían también Tomas Arroci y Pablo Trigonet.

-¡Jamás lo lograrás!- murmulla Trigonet- un pan sin harina normal…no tiene sentido- sonríe socarronamente levantando su fino bigote y arqueando sus tupidas cejas-blanquito insulso-ronronea con su aterciopelada voz. 

Tomas Arroci continua en lo suyo tratando de no desconcentrarse, aunque es difícil no escuchar al fornido y bronceado Trigonet. Nunca fue fácil su vida, muchos dicen que insulsa y sin sabor ni consistencia, pero él sabe que no es así. Aunque bastante más liviana que la vida de Trigonet, Arroci sabe que gracias a él muchos niños en la escuela podrán disfrutar de un pan sano para la salud.

El maestro panadero observa las dos masas, se concentra en el aroma de cada una y anota en su cuaderno los tiempos de levado y demás detalles que deberá recordar más tarde. Forma los bollos y los deja a un lado, siempre cuidando de no mezclar las harinas.

-Blanquito sin gracia- repite Trigonet riendo de costado- nunca podrás ganar la competencia porque yo soy mejor. Tengo más aroma, cuerpo y mis posibilidades son múltiples. ¡En cambio, tú… tú no sirves para nada!.

El momento de la verdad se acerca. El maestro panadero abre las puertas de los hornos, prepara las placas con los bollos en las palas y uno a uno acomoda los panes dentro de ellos.

El calor es excesivo. Trigonet comienza a levar y a ponerse dorado y crujiente. Su autoestima crece al compás de la levadura.

Por otro lado, Arroci siente como lentamente comienza a crecer… un poco, solo lo suficiente y adquiere un color levemente dorado. Siente que, aunque no se compare en textura y sabor a Trigonet su objetivo es otro. Dios quiera que el maestro panadero pueda ver su objetivo.

El momento de la verdad había llegado. Tanto Arroci como Trigonet habían salido del horno.

Trigonet se vanagloriaba de su color, de su porte y de su sabor. Sabía que sería el más elegido en el comedor de la escuela. En cambio, Arroci estaba bastante pálido y su fragancia no se comparaba a la de su compañero. La mirada del cocinero lo hacía sentir más pequeño de lo que era, sentía que tenía pena por él. El comedor escolar era grande, muy grande. Los alumnos en filas ordenadas tomaban sus alimentos de la barra. Trigonet sonreía orgulloso desde su bandeja. Casi todos los alumnos lo preferían sobre Arroci.

El maestro panadero observaba en silencio. Uno a uno los alumnos tomaron los alimentos y Arroci seguía esperando… hasta que le llegó el turno de ser elegido. Uno a uno los alumnos fueron tomando sus panes de arroz, algunos porque no sabían que era y lo probaban por primera vez, otros agradecidos por tener la posibilidad de elegir algo sano para su salud. 

 El maestro panadero quedó gratamente sorprendido al escuchar el comentario de un alumno de 6to año: -¡Al fin nos toman en cuenta a los celíacos! ¡Por fin pan de arroz en el comedor de la escuela! ¡Hoy sí que no me sentiré mal del estómago! –

Eso era lo que necesitaba escuchar el maestro panadero de la escuela.

Trigonet comprendió por fin que no todo es como él dice y que también existen otras posibilidades en el mundo… no todo es blanco o negro.

Y Arroci… ¡Arroci tuvo el mejor día de su vida!

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