Pasaban más 13 minutos de las cinco de la tarde, y ella no había llegado a su cita semanal. A pesar de comenzar los primeros días de Octubre, la tarde se había vuelto gris, algo oscura y quizás demasiado fría para este comienzo de otoño. Lucas como cada miércoles esperaba ansioso la llegada de Alma. Siempre era el quien llegaba primero, sus enormes ganas de verla hacían que su desesperada gestión del tiempo lo hiciera esperar siempre. Aquellos días donde ella se encontraba fuera de la ciudad, habían convertido a Lucas en un hombre ermitaño, sin apenas contacto con la sociedad.

Como cada miércoles, intentaban verse en el Café El Pueblo. Un pequeño bar, algo viejo y descuidado, al que poca clientela frecuentaba. Pero era un lugar tranquilos, de esos que las horas no caminan cuando la conversación es agradable, y a los se sumaban los ricos cafés que preparaba Julián. Julián tercero, tercera generación, ya que desde pequeño se alimentó de la vida en ese Café, que era gestionado por su padre, y su abuelo antes que él.

Una ligera llovizna empezaba a adornar las calles, que se dejaban ver a través de los enormes ventanales de tenía el Café. Lucas con la cabeza apoyada en el cristal, iba haciendo dibujos con sus dedos. Seguía cada gota de agua que por la cara externa del cristal se iban acomodando, primero en un orden casi magistral y a medida que se iban multiplicando, unas sobre otras.

El seguir aquella secuencia de gotas en el cristal lo llevó a recordar una tarde de hacía un par de semanas en su apartamento. Última hola de calor del mes de septiembre, eso decían en las noticias, los días mas calurosos desde que se tienen registros. -Cuantas veces habré escuchado este comentario en lo que vamos de año-. Se preguntaba a si mismo Lucas. Que era una tarde calurosa era evidente, ambos tirados en el suelo del salón, en pelota picada y con cerveza fría para cada uno. Todo con tal de aliviar “los días más calurosos desde que se tienen registros”.

Llevaban ya varías botellas a sus espaldas cuando Lucas decidió que era momento para una ducha. Estaba seguro, que la actividad que más había repetido desde que se había mudado era esa, tomarse una ducha. Había días en los que hasta 6 visitas eran necesarias para disipar ese calor “el más alto”. Ya bajo la ducha, y un poco bajo los efectos de las cervezas, empezó a canturrear una canción. No es que fuera su canción, pero estaba entre las favoritas, sobre todo de ella, Alma.

-“Oigo disparos en el callejón, y tu sin poder salir,

Tengo que ir, no puedo fallar, pero yo no te veo a ti.

El buga a punto para escapar, es una loca como un huracán

Habrá bastante pasta para los dos, o tal vez me equivoqué”-

Así comenzaban los primeros acordes de “Esto es un Atraco” del grupo Burning. Una pena que grupos como este ya no estén en activo. Ahora si no hacías Reggaeton, no eras nadie. Una mena.

Apunto estuvo de caerse mientras sostenía la alcachofa de la ducha, y simulaba estar en un Karaoke. Nunca había estado en uno, y tenía claro que no sabía cantar, pero si ella se lo pedía, iría a ciegas a él. Tomó la decisión más acertada en ese momento, bajo los notables efectos del alcohol, decidió que lo mejor era seguir un rato más a remojo, pero sin bailes, y sentado en el plato de ducha, más seguro. Y mientras él estaba allí, sentado a salvo, lejos de los bailes de discoteca de la Movida Madrileña, y mientras tarareaba la canción de su grupo favorito, el de ella, Lucas hacía dibujos con las gotas que sobre la mampara iban apareciendo. Gotas libres, sin rumbo fijo, en una inagotable carrera de llegar la primera, a ninguna parte. Allí estaba el, sentado como un niño chico, con las piernas entrecruzadas haciendo garabatos en el cristal, canturreando una canción, de la que aún no se sabía toda la letra.

Y allí estaba ella, observándolo desde la puerta, mirando con asombro y admiración aquel hombre con el que llevaba compartiendo una vida, a ratos, desde hacia un par de meses. No era la primera vez que lo hacía, le gustaba disfrutar de el, no sólo en el aspecto sexual, sino también en esa parte íntima, casi secreta. Alma disfrutaba observando a Lucas, cuando el preparaba la cena, cuando le contaba todas sus aventuras laborales, cuando hablaban de planes que ambos sabían que nunca harían.

Alma nunca supo qué parte física fue la que le atrajo, quizás fue en su conjunto. No tenía un aspecto a destacar por encima de otro, un tipo normal, un hombre normal, que la tenía embaucada, hipnotizada casi. Y mientras Lucas seguía en el suelo de la ducha, recibiendo a raudales las miles de gotas que chocaban sobre su cuerpo, Alma de forma discreta, cual paparazzi de la prensa rosa, se dedicaba a sacarle fotos con su móvil, a espiarlo, pero sobre todo a disfrutarlo. Sabía que todo ese ser le pertenecía, al menos aquella tarde. Fue en el momento en el que Lucas se incorporó para terminar su sesión de refresco cuando se percató de quién lo observaba desde el quicio de la puerta. Le dio vergüenza, mucha vergüenza y del susto casi no vuelve a terminar con su culo postrado en el suelo.

Pero bueno! Qué susto- Le decía mientras intentaba taparse con una toalla- Casi no me da algo, que yo ya tengo una edad, sabes?

Y qué hago, si es que me gusta mirarte- respondió Alma entre sonrisas y más disparos de flash.

Fotos!? En serio, Alma?, no para ya- el rubor de Lucas ocupaba gran parte de su rostro. Realmente se encontraba ante una situación que lo superaba, esa timidez absurda volvía a salir a la luz.

Amor, eres perfecto, perfecto para mí, y eso debe de ser suficiente halago, como para permitirme querer tener un recuerdo tuyo- contesto Alma.

Una vez fuera de la ducha, con la toalla envuelta sobre su cuerpo, mientras él se acercaba lentamente, dentro de su cabeza, sólo se repetía una palabra “Amor” me ha llamado amor, ¿se le habrá escapado?.

Clin, clin. El alegre sonido de la puerta indicaba que otro cliente llegaba al café. Rápidamente Lucas fue recuperado de aquel recuerdo y despegó como un resorte su cabeza del cristal. No era consciente de cuánto tiempo llevaba allí, ensimismado con aquel dulce recuerdo. Pero sabía que unos minutos más tendría que esperar. Eran las cinco y media y Alma no había llegado

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS