Él tenía un plan, la verdad es que siempre estaba maquinando, siempre Dando vueltas para lograr una idea que fuera difícil de rechazar. Le gustaba pasar tiempo con ella, y aunque sabía que más temprano que tarde, en algún momento la distancia pondría un ancho camino, no quería dejar pasar cada oportunidad que se presentara, más bien, cada oportunidad que el mismo creara.

Dentro de sus muchas fantasías, estaba la de poder ducharse con ella, la idea de tenerla cerca, tan cerca, con su piel blanca desnuda, y sentir como el agua conseguía unirlos más le atraía cada vez más. Pero sabía que ni siquiera usando la excusa perfecta de celebrar su primer mes en su pequeño apartamento iba a ser motivo suficiente para atraerla hacia él. Lucas era un tipo normal, no era alto, tampoco era bajo, practicaba deporte con cierta frecuencia, y le gustaba sentir que su cuerpo le respondía en las situaciones en las que era sometido por Alma. El haber tenido un centro deportivo facilitaba la labor de mantenerse en una semidisciplina, que hacía que al menos 4 días a la semana hiciera deporte, es cierto que durante este primer mes de transición todo estaba algo patas arriba, y había tenido que aparcar ciertos hábitos saludables, pero esta costumbre, ya la había retomado y estaba contento por ello.

Piensa Lucas, piensa, se repetía así mismo con la estúpida idea de que afloraran diversos planes, a cada cual más ingenioso, de su tonta cabecita. _Lo tengo!!! Gritó aliviado con su sonrisa de satisfacción, por unos minutos se había abstraído pensando como invitar a Alma a su apartamento, y no era consciente de encontrarse sentado en su mesa del trabajo, frente a su ordenador, y con otros compañeros a su alrededor. Pronto su cara empezó a enrojecer, todas las miradas se centraban en él, casi todos sabían de su situación, y eran conscientes de que llevaba un tiempo distraído, con la cabeza en otra parte, pero lo consideraban un buen compañero, y le hacían la vista gorda. Lucas bajó su mirada, avergonzado, se sentía ridículo, pero excitado a la vez, tenía una idea que difícilmente Alma rechazaría, al menos, eso es lo que pensaba él.

No quería ser una conquista más en su lista, una larga lista donde su nombre se perdería con el paso del tiempo, él no quería eso. Quería que lo recordara, que aunque otros siguieran su mismo camino, él quería que cuando Alma pensara en el, una sonrisa llenara su cara, y por qué no, su piel se erizara al recordar los intensos momentos que ambos compartieron. Quizás por verla a ella como una mujer experimentada, con un gran recorrido en la vida, no sólo al hablar de relaciones carnales, sino de experiencias vividas, siempre pensaba que la mayoría de las cosas que quería plantear ya las habría hecho, con otro tío, con otro nombre. Pero esta vez, creía que tenía algo diferente, nuevo, era una locura, pero podría ser divertido, y dejaría una huella duradera en las paredes de su pequeño piso en Santa Cruz centro, centro centro.

Le gustaba enviarle mensajes por whatsapp, normalmente eran siempre subidos de tono, siempre se imaginaba que a ella le llegaban en algún momento donde su jornada laboral estaba siento tediosa y que sus palabras la sacarían, al menos temporalmente de esa situación tan insulsa.

“Tienes ropa vieja que se pueda manchar y que no te de pena tirar después”

Ese fue su mensaje, un mensaje simple, poco elaborado, o quizás no, con el que esperaba despertar la curiosidad de ella. La respuesta, se haría esperar más de lo que él deseaba, pero en cierto modo, le gustaba que ella lo hiciera sufrir en este aspecto.

Ella respondió a su mensaje, Lucas siempre intentaba no mirarlo sobre la macha, hacerse esperar y tomarse su tiempo, pero nunca lo conseguía, era un auténtico desesperado. Su pulso comenzó a acelerarse, sus latidos se sentían más fuertes, con mayor ritmo, no es que anteriormente su corazón no latiera, pero siempre que Alma estaba presente, su tambor de vida resonaba con mayor intensidad. Su mensaje había llegado y la respuesta era la deseada, una nueva puerta abierta a una nueva experiencia, a un nuevo recuerdo. Y como cualquier niño entusiasmado con el comienzo de una nueva aventura, Lucas no pudo tardar en contestarle.

“En mi casa a las 20:30, vete pensando un nombre artístico que mezcle nuestros nombres, Alma y Lucas”

Un segundo mensaje no tardó en llegar. Lucas que ya se encontraba inmerso en los preparativos para su encuentro de la tarde pensó que algo no iba bien, que algo se podía torcer en cualquier momento, nunca sintió ser un tipo afortunado. Cogió su móvil cabizbajo, un mensaje de Alma cambiaba por completo los planes, ella le recordó que ya tenía programada su tarde, y que si bien era cierto que la idea de pasar la tarde con el haciendo una actividad diferente y con tanto misterio, le apetecía, no podía rehusar la cita que ya tenía cerrada, con un tipo aburrido que había conocido en un fórum de alimentos para caracoles en barbecho. Alma con pena le dijo “Lucas yo quiero, pero hoy no podrá ser”. La pena se sentó sobre sus hombros, y se lamentó de no haberlo previsto con días de antelación, tenía claro que tenía que ser más espabilado la próxima vez. Tras unos segundos en silencio, Lucas levantó la mirada, volvió a recordarla a sentirla cerca, a dibujar esa sonrisa ya casi olvidada, que últimamente ella le pintaba con tanta facilidad. Tomó su móvil con ambas manos y le contestó:

“No hay problema, mañana estará bien. No te olvides traer ropa vieja y una muda. Mañana misma hora. Se me hará largo para volverte a ver, besos”

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