Después de mi pequeña expedición a la tienda de conveniencia pasaron unos cuantos días en los que avanzamos por un largo camino de bosque en dirección a ciudad Alba, no tuvimos más incidentes con gente marcada.

En varias de esas noches, en las que descansamos al arrullo de las estrellas, los recuerdos de haber asesinado por sobrevivir me atormentaban, el insomnio me arrebató varias veces mi descanso.

Hubo una ocasión en la que me levanté y decidí caminar entre los árboles sin alejarme demasiado. La llama de mi encendedor me acompañó y fue en ese momento en el que recordé la nota que había arrancado de la puerta en aquella ocasión.

Alumbrándome con el encendedor comencé a leer:

“Ya no soporto el dolor, pero escribir esto me recuerda que sigo siendo humano. Ya no falta mucho para ser uno de ellos, me arrepiento de descargar el arma en ellos, debí guardar una bala para mí. Desde que uno de ellos rebanó mi piel estuve sentenciado, ahora no me puedo detener, comencé cortando mi mano cuando sentí algo debajo de mi piel. Es algo que camina entre mi piel y mis músculos.
Por más que corto no lo encuentro, me estoy volviendo loco, dejé de dormir cuando empecé a escuchar las voces, necesito cortar más. Tú que me lees mátame, me atormenta saber que alguien más va a tomar mi cuerpo, alguien que no soy yo, yo no quiero ser un pasajero en un cuerpo que no puedo controlar.

mátame mátame

mátame “

Ensimismado en mis pensamientos, dejé que la llama del encendedor consumiera el papel, lentamente se tornó gris y comenzó a disolverse entre cenizas en el aire. El fuego avanzó llevándose las letras y al final me quemó la yema de los dedos antes de que lo dejara caer.

Al volver a nuestro refugio, simplemente me recosté en el suelo y cerré los ojos. Por primera vez en varios días pude descansar y me sentí en paz. Una paz entre la tormenta que se avecinaría en días posteriores.

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