La fachada que presento al mundo es una máscara gastada, una sonrisa pintada sobre un rostro cansado. Estoy harto de decir que todo está bien cuando por dentro me consumo en un fuego lento de angustia. Estoy harto de simular que la vida es un jardín floreciente cuando en realidad me encuentro atrapado en un páramo desolado. Admitir que estoy llorando por dentro y que todo está mal conmigo se siente como una debilidad que no quiero que otros perciban.

La soledad es un peso invisible que cargo diariamente, una sombra que me sigue, y estoy cansado de pretender que no me afecta. Cada día, me siento como un náufrago en un océano de desesperanza, buscando un sentido que siempre parece estar fuera de mi alcance, porque cada día parece alejarse más y más.

A pesar de tener un trabajo, de estar inmerso en estudios y rodeado de amigos, una sensación de vacío me consume. Me siento como un fantasma, etéreo y distante, perdido en un laberinto de emociones. La ansiedad, el nerviosismo y la tristeza son compañeros constantes, y me pregunto si alguna vez encontraré un camino que me lleve fuera de este oscuro túnel.

El estrés se acumula en mis hombros como una montaña invisible, y cada día espero un futuro que solo parece traer más incertidumbre y catástrofes. Me aterra la idea de llegar a odiarme a mí mismo, de cargar con un odio que quizás ni siquiera sea justificado. Me asusta sentirme humillado por mis propios sentimientos, atrapado en un ciclo de auto juicio y sabotaje.

El miedo al juicio de los demás es una cadena que me ata. ¿Cómo puedo explicar que, a pesar de las apariencias, me siento roto y sin razones claras para ello? El miedo a perder la esperanza es una sombra constante, una amenaza de que todo lo que me queda sea una existencia vacía y sin propósito.

Para evitar el rechazo y el estigma, opto por el silencio. Cuando me preguntan cómo me siento, respondo con una neutralidad que no refleja mi tragedia interna. «Ahí vamos, tirando adelante,» digo, mientras por dentro siento el dolor agudo de mi alma fracturada.

No soy ingenuo. Sé que la vida no puede ser siempre un festín de alegría y satisfacción. Sé que hay momentos de sufrimiento y otros de risas. Pero si mi vida fuera una balanza, el peso del dolor, el rechazo y la soledad haría que se inclinara pesadamente hacia al lado del sufrimiento.

La esperanza es una luz tenue en la distancia, y cada vez se siente más lejana. ¿Cómo se mantiene la esperanza, cómo se guardan sueños y anhelos, cuando el hartazgo ha tomado raíces profundas en el alma? Estoy harto. Harto de una lucha que parece interminable, de un peso que no disminuye…

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