Soy una maestra sustituta.
Hace una semana me llegó el correo de aceptación a mi solicitud como suplente en una escuela en las afueras de la ciudad. Es un conjunto de edificios de dos pisos, la fachada haber sido recientemente remodelada, aunque eso no mejora la imagen que proyecta en general: un sitio que no merece la pena recordar, a donde envían a niños que no tienen posibilidades de algo mejor.
La encargada me da un rápido recorrido por las instalaciones de camino a mi habitación. Al no contar con mi propio vehículo, y que el transporte público no llegue hasta este punto de la ciudad, me he visto en la molesta necesidad de solicitar un cuarto para mi estancia temporal. Afortunadamente el personal de limpieza reside en uno de los edificios más pequeños, está un poco más apartado de los demás, pero por lo menos no voy a estar sola por las noches.
Mi habitación es más grande de lo que había esperado, con espacio suficiente para el armario, una cómoda para peinarse y un amplio escritorio en donde puedo colocar mi material para las clases. Hay una televisión que parece ser del siglo pasado, pero lo que realmente ha captado mi atención son las tres camas individuales colocadas una junto a la otra al fondo de la habitación. La encargada me dice:
- ¿Qué mejor que tres camas para dormir?
Y yo solo pienso, solo puedo dormir en una, así que las otras dos sobran, pero bueno, no tengo derecho a juzgar, después de todo, no me van a cobrar un centavo por el alojamiento y la comida.
Después de dejar mis pertenecías en la habitación hacemos el recorrido con más calma. Por los pasillos veo a muchos estudiantes levantar la mirada para para vernos pasar, hay diferentes «tipos» de alumnos, por así decirlo, la mayoría lucen como animales, de alguna forma alguna mezcla rara de humanos con animales, pero en su comportamiento se nota que la mayor parte es animal. Son muy distintivos, y se agrupan de acuerdo al animal dominante. Algunos saludan a la encargada con un asentimiento de cabeza, pero ninguno de ellos lo hace conmigo ni me miran directamente a los ojos.
Terminamos el recorrido en una especie de sala de emergencias, la iluminación incandescente se concentra en medio de la habitación, iluminando cada uno de sus rasgos.
Es un estudiante, es diferente a los demás, no luce como un animal, sino como un monstruo, es difícil describirlo, no es parecido a nada que haya visto antes, parece como una mutación.
Varias personas están paradas a su alrededor, parecen ser médicos y enfermeras. Lo sientan en un una silla y comienzan a desvestirlo.
Al parecer es el estudiante del que tengo que encargarme, aunque no se realmente que es lo que tengo que hacer. El correo decía que las especificaciones de mis funciones me iban a ser informadas una vez que estuviera aquí.
Uno de los médicos agarra un cuchillo y empieza a cortar a lo largo de todo el pecho del estudiante, la sangre empieza a salir y termina cayendo sobre sus pantalones y en el suelo. El estudiante tiene una expresión de dolor en el rostro, pero no dice nada, ni siquiera ha emitido un solo quejido.
Con ayuda de las enfermeras comienza la masacre. Un enredo de manos y tripas, no estoy segura de si quieren sacarlas de su cuerpo o quieren reacomodarlas de algún modo, es todo tan surrealista, y no quiero seguir mirando. El estudiante se inclina hacia mí, y me agarra de la chaqueta, como si estuviera pidiendo mi ayuda, pero sigue sin decir nada. Su rostro no muestra temor, tan solo dolor y un poco de cansancio, como si estuviera acostumbrado a esto, como si fuera parte de su rutina, y entonces me doy cuenta de que hay suturas por todo su cuerpo.
La encargada me dice que es el procedimiento normal en los estudiantes de ese tipo, que ellos básicamente son objetos de experimentos y transfusiones para los estudiantes «normales». Ni siquiera utilizan anestesia, como si el estudiante pudiera soportarlo por mera fuerza de voluntad, y parece que así es, pues aún no se ha quejado. Su mirada es lunática, no mira a nadie, solo a un punto fijo en el espacio
No sé si esperan que yo haga lo mismo que ellos, o simplemente que hable con él. Salgo de la sala por las ganas de gritar y huir que me atormentan, no estoy preparada para esto, no tengo ningún problema con la muerte ni con ver a gente sufrir, pero por alguna razón, esto es demasiado, es atroz.
Cuando salgo del edificio, al espacio verde que rodea este sitio del infierno, escucho pasos detrás de mí, estoy por enfrentarme contra la encargada, pero cuando me giro, me sorprendo al encontrarme con el estudiante, al que estaban eviscerando sin ningún cuidado, sigue sangrando, y parte de sus tripas están colgando, lo que le dificulta caminar con normalidad. Lleva el cuchillo en la mano, sonríe como loco, se acerca a mí y su mirada me dice que quiere que continúe con lo que estaban haciendo los médicos.
Siento que mi corazón va a explotar, los latidos son tan fuertes que puedo jugar que lo escucho y que sobresale de mi pecho. Siento mis manos húmedas, en algún punto debo haber empezado a sudar, pero algo se siente diferente, y cuando las miro dejo de respirar.
Están cubiertas de sangre.
Mis manos…
Los estudiantes «normales» que pasan por nuestro lado se burlan de él, se ríen, y lo insultan, él ni siquiera les presta atención, como si no se diera cuenta de su presencia, como si estuviéramos solos en el patio debatiendo silenciosamente si voy a destriparlo ahí mismo lo en la sala de emergencias.
Cierro los ojos y los aprieto con todas mis fuerzas, el pitido en mis oídos es insoportable, pero a través de todo eso escucho una pequeña voz, que solo repite una sola palabra, ven, entonces todo se vuelve oscuro.
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