Justicia

No voy a hablar de justicia en un mundo injusto.

No voy a hablar de paridad en un mundo dispar ni mucho menos de equidad, en  un mundo desequilibrado; principios y valores estos basados en la costumbre y en convenios que a la postrer, una vez hechos, se rompen.

Pero voy a hablar de un valor que depende de todos y de mí como individuos, un valor con el que venimos equipados porque gracias a ello hemos llegado hasta este momento, y es el sentirme parte de la raza humana. El sentirme libre pero a la vez dependiente del ser social que cada uno representamos. El saber que no estoy solo y que me rodean mis iguales, pero ¿iguales en qué? en nuestra naturaleza de luz y oscuridad, de ruido y silencio, de dolor y alegría, de miedos y esperanzas, de triunfos y fracasos, de sueños y pesadillas. De saber que un domingo por la mañana a todos nos trinan los mismos cantos de aves y que todos a todos nos ha amanecido independientemente si queremos saltar de la cama y queremos quedarnos un poquito más a ser abrazados por ella con la esperanza de perdernos un poco más en los brazos de Morfeo. 

De esos seres que inconscientemente nos acompañan y que potencialmente somos parte de un ejército o de una masa, o de una comunidad a creernos independientes el uno del otro.

Somos seres no nacidos para estar separados, somos el mejor valor que hay, somos más que justicia, somos el fuego que aviva la paz y la mantiene brillando.

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