El pan nuestro de cada día

El pan nuestro de cada día

Si los discursos quitaran el hambre, nosotros los cubanos pobres, el noventa y nueve por ciento de la población atrapada en la isla, no sufriríamos pena alguna, compañeros; si los fabulosos discursos del jefe de la revolución socialista se hubieran traducido en vales para alimentos no conoceríamos la tortura del estómago vacío; imaginen si la famosa pieza oratoria de nuestro comandante Fidel en Naciones Unidas se hubiera convertido en despensas generosas para cada uno de los cubanos tan solo sea porque lo aguantamos medio siglo en el poder; por décadas hemos gritado entusiasmados pero con los estómagos huecos “Revolución o muerte, venceremos» en la Plaza de la Revolución ante la mirada enigmática del rostro pintado del Che Guevara. Pero, compañero, no debe usted pensar solo en comida, hay avances innegables del gobierno de la revolución; no le haga el juego al imperialismo yanqui que nos tiene a punto de morir de hambre con su bloqueo; si no fuera por el apoyo de gobiernos amigos, como la Unión Soviética y China, entonces si hubiéramos sufrido las de Caín. Dejen esa discusión inútil, compañeros; hoy se trata de conseguir un buen lugar en la fila para obtener el pan nuestro de cada día; lo demás es ideología y estupidez; mi mujer me despertó a las tres de la mañana y me advirtió: “O consigues el pan o te vas a la mierda”; yo pensé entonces: de qué está hablando la Niurka si ya nadie produce desechos sólidos; nuestra comida es sopa de agua caliente, caldo de pescado sin pescado, caldo con olor a pollo conseguido cuando baña al gallo de la pasión. Miren, compañeros, la fila ya parece una larga serpiente. Ojalá hubiera serpientes en La Habana, dicen que son muy sabrosas; cuentan los más viejos, los que vivieron los últimos años de la dictadura de Batista y que no han podido huir del paraíso socialista que en esa época vivían cuidándose de no ser picados por las víboras pero en los años de hambre de la revolución del hombre nuevo las serpientes huían al ver un cubano pues sabían que terminarían en los estómagos hambrientos del proletariado. Por eso ya no hay serpientes en La Habana. ¿Entonces qué hacemos, compañeros?  ¿Nos formamos en la fila del pan o nos vamos a donde dijo la mujer del compañero maltratado por la revolución traicionada?

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