“Y la culpa no fue mía, ni donde andaba, ni como vestía”
Algo así siento que es esta historia de “amor romántico” que se pega como un chicle bien mascado.
Debiera existir alguna culpa de querer vivir con bienestar, de velar por el bienestar de los hijes. Es como cuando critican a alguien de izquierda por querer viajar en primera clase, yo no lo he hecho, pero me imagino que debe ser bien agradable, a quien lo le gustaría, desde el que tira una piedra en la protesta, el que reprime, el reprimido y el que se siente ofendido por exigir derechos sociales.
Bueno, no se trata de esto, es solo un ejemplo, para retratar un poco este relato. Dije que es el relato de una feminista culposa, una sobreviviente de violencia, que, tratando de transitar en esta vida de mandato patriarcal, de socialización de género, con la mayor dignidad posible, ha tenido que entregar algunos bienes preciados, me refiero a su alma. Esa alma que mucho tiempo idealizó un amor que la complementara, que la mimara y se hiciera cargo de sus anhelos más profundos, tanto en su misma alma, como en su misma cama. Algunas y algunos no entenderán este contrato, ya que será juzgada, por un lado, va con el pañuelo verde en una de sus muñecas y en la otra el plumero y la plancha, a veces lleva el lubricante para cuando sea necesario cumplir el acuerdo no escrito, no firmado, pero válido, esta feminista sabe que a veces puede ser poco coherente, con sus demandas, pero también se justifica y se siente más tranquila… También sabe que aún queda harto de sesgo en su conciencia. Se sorprende infraganti muchas veces, jactándose de haber tenido solo dos relaciones importantes (una con el padre de sus hijos, ex marido, su eterno enamorado que la amenazaba de degollar, deformar y castigar por ser infiel y por otro lado, el motivo de la infidelidad, que la ignoró, la invisibilizó , le acribilló el auto estima y le robó la ilusión) en su vida… quien no quiere no pasar necesidades, a estas alturas no tienes nada que demostrarle a nadie, la estrategia es esa… en ese contrato invisible, pero más poderoso que el que firmo el padre de Ariel con Úrsula (me gustó la Sirenita), ese que no se rompe, sin un alto costo.
Bueno, esta es una forma de hacer una pequeña introducción para que tengan una idea a donde vamos, a donde vamos a introducirnos, a un viaje muy lleno de contradicciones, si… porque no decirlo, pero lleno de verdades contradictorias de vida. Porque… quién no se ha contradicho a lo largo de su vida… como esta feminista cincuentona, con un alma de 30 y tantos, se siente con el derecho ahora, validado por la investigación feminista, por las métricas a … generar su propia estrategia de estar mejor, a de alguna manera, resarcir a toda costa y con todo el derecho que tiene los embates que a lo largo de su vida le dejó el patriarcado. Curiosamente hizo un pacto con él, pero ella dice, este pacto es como hacer un pacto con el diablo, yo le entrego mi alma y el me da el bienestar por toda esta pasada por la tierra. Ya sí sé, se preguntarán si ¿vale la pena? Al parecer si… porque también ella, aparte de querer vivir sin necesidades, con sus gustos, también tiene sus sueños más filantrópicos, por decirlo de alguna forma. Ya, pero también se confunde todavía, otra más del patriarcado. En resumen, al parecer este pacto con el patriarcado-demonio, así le vamos a decir, al parecer tiene más números azules, si sabe cómo encaminar.
Por otro lado, también está usando la estrategia propia del liderazgo femenino. aún le cuesta, aún el amor romántico aparece continuamente, ella lo tiene plenamente identificado, como viste, como se ve, como se oye y como habla… a pesar de eso igual entra sin que lo note, se apodera de ella por instantes, la sume en el desconcierto, se manifiesta en toda su amplitud. Ella lo nota de nuevo, la expulsa, no sabe cuándo entrará de nuevo sin ser invitado… pero esa es su vida… no está fácil, pero está mejor que antes.
A continuación, iremos en varios actos a contarles como llegué a firmar este pacto demoniaco con el patriarcado, que tanto temo y detesto.
Debo decir que a continuación hablaré de mi en primera o segunda persona… se mesclaran, me gusta.
ACTO PRIMERO: “Un amor violento”
La pequeña, abrió los ojitos y vio a su madre, quien la atesoraba en sus brazos como un rayito de sol. La nombró como a ella, sin saber que estaba ya depositando en ella todo el legado de sumisión, roles, lágrimas, inseguridades de color rosado.
La madre le tejió sus primeros vestidos de ese mismo color, todo era rosa, a veces blanco… la niña tenía que ser de colores suaves y delicados. Creo que, dentro de ese pimpollo de colores suaves, se encontraba más bien, una pequeña amazona, tal vez había reencarnado, tal vez, era la hija de alguna reina alienígena que le habían dado como misión venir a la tierra a …. Creo que me excedí… pero son pensamientos que le venían a esta pequeña amazona de vez en cuando.
Recuerdo a mi madre siempre muy ansiosa, con muchos miedos y más preocupada de los enredos de faldas de mi padre que de ella misma. Bueno también se preocupaba de planchar, asear, coser y de tenernos limpios y con las tareas listas… y de vez en cuando de embriagarse con su marido… ya que ahí el patriarcado no lo condenada, una esposa pueda embriagarse con la venia de su marido y de la santa iglesia que bendijo esa unión, en las buenas y en las malas, en la salud y la enfermedad, en la sobriedad o la embriaguez… (no era así, pero así debió decir el curita)
Sobre todo, en esa embriaguez regurgitaba el amor violento, la pequeña amazona, lo miraba con sus enormes ojos desde su cama, mientras su hermano mayor dormía, ella no podía… se agazapaba a mirar y asustarse, no sé porque, yo creo a veces que le gustaba ese miedo, sino porque iba a ver y oír los griteríos y llanto que salía de ese amor violento, que comenzaba a conocer. También se podría haber sido, que como ella era la reencarnación de una amazona o la princesa alienígena, dentro de su misión era observarlo todo. O bien, simplemente, ese momento que les dije arriba, cuando llegó a este mundo, cuando su madre la nombró como ella, ya le había entregado el rol de estar atenta.. nunca tuvo la opción de no hacerlo… así lo dicta el patriarcado, la hembra debe ser una cuidadora, por lo tanto, debe estar en alerta constante.
Bueno, como sea, el amor comenzó a rodearla, comenzó a olerlo y sentirlo. La pequeña amazona, comenzó sin que ella lo sospechara siquiera a caminar por un sendero listo, ya trazado, sin que tuviera ninguna oportunidad de salir de él. Por lo menos iban a pasar muchos años y muchas cosas, antes que pudiera comenzar a poner un solo pie fuera del sendero y, si es que pudiera.
Comenzó su mapa de ruta establecido, de mujer en una sociedad mandada por hombres. Pero ella en esos momentos, no tenía ninguna noción de lo que le esperaba.
Le gustaba mucho jugar con su hermano, a los vaqueros, a la nave espacial (sería por su origen alienígena), ella soñaba que algún día volvería a su planeta, en gloria y majestad, donde la reina la felicitaría por su trabajo en la tierra.
Bueno volviendo a sus juegos, la pequeña amazona, era curiosa, revoltosa, muy parlanchina, hablaba demasiado para ser mujer, muchas veces debía aguantarse las ganas de hablar tanto, cuando eso pasaba, (parecía que sus ojos iban a salir de su órbita) no era bien recibido, sobre todo por los adultos y adultas de esa época. Desde muy pequeña, la princesa alienígena, sentía cosas poco santas en su interior, desde sensaciones libidinosas, hasta sensaciones de salir de su cuerpo… la asustaban mucho, era su secreto. Pero ella sabía cómo distraer la mente de esos menesteres; se ponía a jugar para olvidar, ese susto no le gustaba, ya tenía mucho con tratar de contener los llantos desperados y frenéticos de su madre e interceder a los gritos y enojos de su padre. A veces, se sumaba la alegría de sus progenitores, que comenzaban con un brindis color vino y terminaban con dantescas escenas, dignas de una obra dramática de amores no correspondidos. Ella era la cuidadora, ¿lo dije antes? Su hermano no tenía ese rol, como “él fue niñito hombre”, no era ninguna reencarnación, no era un príncipe alienígena, él no tenía el poder de darse cuenta… solo cuando la pequeña amazona se lo hacía saber, él también se sumaba a conciliar y cuidar, pero el poder de darse cuenta de el “amor violento” solo fue concedido a la pequeña amazona. Por lo tanto, era su rol, saber que hacer. A veces ella, dentro de su vasta experiencia, desde su llegada a este mundo, pensaba que su madre era la niña, que había habido algún error y que Dios se había confundido, pero su temor a esta divinidad, la alejaba de cuestionar. Bueno, cosas que se le ocurrían, su imaginación de pronto era demasiado exagerada, que traspasaba cualquier lógica.
OTROS INVITADOS: Entonces el amor así se presentó, llegó para quedarse en corazón y la mente de esta niña. Y así también llego sin invitación el miedo, que más tarde se transformaría en una ansiedad generalizada, que le acompañaría el resto de su vida. Pienso que no les será difícil adivinar cuál es la próxima invitada, ya que se confundía con las muñecas de pelo rubio que peinaba afanosamente, hasta quitarles gran parte del pelo.
**(las muñecas, también debían lucir como ella, bien peinada, con un cabello tan desenredado y con un gran moño tirante, que soportara la fría mirada de quienes la escudriñaban, para ver si estaba cumpliendo ya los primeros cánones de belleza hegemónica) **
Nada más ni nada menos que la señora culpa, que, por su puesto, llegó para quedarse, también sin que nadie le hiciera una invitación formal. Llegó en gloria y majestad también, atormentando a su antojo a la pequeña amazona. Cuando aparecía esta invitada de piedra, le pequeña se preguntaba si hacia lo suficiente para calmar los ánimos, si había dicho algo demás, o también se preguntaba porque la vida era tan extraña, incluso se preguntaba por qué había nacido. Seguro se culpaba por no poder contener lo suficiente a su madre, por no poder darle los detalles exactos cuando salía de la mano con su padre, no había notado si su padre había conversado o no con una señora, no pudo convencerlo que llegaran más temprano… ya comenzaba el no soy suficiente… se estaba gestando ya, en esos momentos, algo que más adelante la iba a condenar a ser violentada sin que ella se diera cuenta.
UNA NIÑA DE OJOS SALTONES Y MELOSOS
Cuando digo que sus ojos saltaban y crecían, como huevos fritos, no estoy exagerando. Se estaban escribiendo los primeros signos del contrato más macabro y conveniente.
Si bien su padre no era un hombre muy atinado, solía entregarle mucho cariño, el cómo buen hombre representante de la cultura machista, hacía lo que quería, por lo tanto, era feliz, él cantaba reía, trabajaba mucho, salía de juergas y el gusto por otras mujeres, era evidente. Es que como el nació “niñito hombre” tenía esos privilegios, además él daba la plata. La pequeña amazona veía a su padre como un cuidador, pero siempre se preguntaba, quien era esa persona, que había dentro de él. Como también supone que era una princesa alienígena, en un planeta de mujeres, ella sentía que debía haber algo más en las personas, que no alcanzaba a sentir en su cuidador, sus ojos se agrandaban cuando su imaginación comenzaba a jugar.
Por su parte, su madre, una fiel representante de la mujer víctima, herida, sometida, abusada, que repartía su amor, primero en su marido y luego en sus hijos. Ella no lo sabía, ella nunca se lo cuestionó, ella solo seguía el camino trasado con la socialización de género y de acuerdo con su estatus. Su madre vio en la pequeña, su aliada, alguien de su bando, que tenía por derecho no defraudarla. (no tenía otras, no era bien visto que una mujer casada tuviera amigas, ni hablar de amigos, obviamente la madre de su madre, estaba mucho más dañada, más llena de amargura, arrastrando una vida de criar 9 cabros chicos, toda esa amargura, enmarcada en el ceño fruncido, su hablar rezongón y casi sin mostrar los dientes, ya que no le quedaban casi sonrisas, tal vez, había olvidado como se hacía y, solo salía una mueca esforzada cuando lo intentaba)
LA PEQUEÑA AMIGA Y CONTENEDORA
En mi mente están vivos los recuerdos… debo haber tenido unos 7 años, recuerdo como flashback, el salir de la mano de mi padre (yo era catete, conseguía que me llevará con él), con mi pinta dominguera, la pequeña amazona, siempre iba muy ordenada y prolija. Salía feliz, sabía que tendría la atención de mi padre y podría tomarme un néctar de damasco, me sentía segura, tranquila, solo él y yo paseando por la Plaza de Llo-lleo, subiendo a las grandes raíces del gran árbol que se coronaba como centro de la plaza. No me preocuparme de mi vestido, o mis zapatos de charol. Mi papá me cuidaba, no tenía que ocuparme de él, que estuviera feliz o tranquilo, él por haber nacido “niñito hombre” tenía ese poder. Cuando llegaba el momento de volver, sentía un cúmulo de sensaciones, el interrogatorio que se venía, era lo que esas sensaciones presagiaban.
La pequeña amazona, volvía a su papel de amiga y contenedora, sabía que su lealtad debía estar con su madre, no podía olvidar los detalles de quién saludo a su padre, con quien habló, a quien le guiñó un ojo, pero había estado tan tranquila que había olvidado por completo su misión. Entonces, a su corta edad sentía ese sentimiento de no cumplir con las expectativas de alguien que ella amaba por sobre todas las cosas, al sentimiento de culpa, de no ser suficiente, se sumaban los de traicionar a su progenitor que la había hecho pasar un momento tan feliz. Tenía clara su misión central, el bando que le había sido asignado y por quien velar. Ella era responsable de cumplir esa misión, saber todos los detalles y elucubrar frases contenedoras.
ROPA SUCIA, LÁGRIMAS Y UN BILLETE
La vida de la pequeña amazona seguía, entre juegos en los cerros de arena que quedaban al frente de su casa, trepar a los árboles, investigar el agujero donde vivían las hormigas, le encantaba encontrar a la reina, admiraba sus alas transparentes, que la hacían diferente y majestuosa a todas las de su especie, se preguntaba si las hormigas eran todas mujeres, ella sentía que la reina podía adivinar sus pensamientos, que un día despertaría al lado de ella y como buena reina la protegería.
Aún era de mañana, se sentía el ruido que, hacia la cuadrada lavadora, artefacto que su madre agradeció como la vida misma al llegar al hogar, desplazando a la batea de madera que reposaba encima de una estructura con tablas, que servía para dejar un montón de cachivaches, también servía de pequeño almacén o un improvisado escenario, cuando la pequeña se adentraba en sus juegos e imaginación.
El ruido monótono de la cuadrada lavadora, era como una música de fondo, muy acorde con la escena, la ropa sucia tirada en el piso del baño, acomodada en bultos, esperando su turno, para ser llevadas a la lavadora cuadrada; estaban prolijamente acomodadas desde las más claras, hasta las más obscuras, así el agua se iba ennegreciendo, a medida que los bultos más obscuros iban avanzando. Su madre, era una “buena dueña de casa”, sus sábanas blancas como copos de nieve recién depositados en la viene, olían a brisa fresca y cloro, al igual que sus manos. Una de las tantas escenas que iban a marcar su vida, que en algún momento la iban a conectar con una guerrera de sobrevivencia.
Nunca olvidaría esa imagen, donde comenzaba a pensar que la locura ya iba a hacer parte de su vida, iba a hacer la compañera de tantas veladas en solitario. No era para ella algo anormal, oír a su padre recriminar a su madre y viceversa, donde las conversaciones pasaban de discusiones a gritos, llantos desgarradores llenos de impotencia y desesperación. Esa mañana no fue diferente, salvo que fue la primera vez, que la pequeña amazona, vivió la vulnerabilidad de su madre, lo incapaz que sería de ahí en adelante sentir que ella la protegería, sino que tendría que ser todo lo contrario, a sus cortos 6 o 7 años, sintió un miedo indescriptible, una sensación de desamparo, los gritos, llantos e histeria, de su madre fue desgarrador y preocupante. Mientras ella la observaba atónita, sorprendida y asustado, morder las prendas tiradas en el piso, como un animal hambriento desgarrando a su presa yacida en el suelo para devorarla, casi esquizofrénicamente, su vida nunca volvió a ser la misma. Aún sin tener la certeza, que aquello era una pequeña muestra de lo estaba empezando a conocer, la pequeña amazona, si tenía la certeza, que debía estar siempre en alerta constante, y el miedo pasaría a convertirse en su estado natural. Preparó en ese momento su arco y flecha, para caminar sigilosamente por la vida, sin proponérselo, incluso, sin ser consciente de aquello. Fue cuando comenzó a pensar que tal vez, esta pasada por la tierra podría ser quizás, una prueba de valentía de su reino, que como princesa debía demostrar tal valentía y resiliencia, que era merecedora de gobernar en ese mundo lejano que no habitaba en esta tierra, no sabía dónde, pero sabía que estaba muy lejos. Tal vez, un mundo diminuto avanzado, tal vez, fuera de la galaxia, donde siempre era observada y puesta a prueba.
Entonces, su reflexión fue, de estar siempre preparada, estar en alerta constante por lo que pudiera venir, por lo que su madre terrenal pudiera necesitar de ella, al fin y al cabo esa mujer era una simple mortal y ella a pesar de su corta edad, era una amazona que tenía más cualidades y más fuerza. Su mundo comenzó a construirse entre la simple y complicada vida de familia terrenal y su mundo imaginario, donde en algún momento sería rescatada de ese lugar y llevada donde realmente pertenecía.
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