Me desperté en el suelo con un leve dolor de cabeza, no recordaba por qué me encontraba en ese lugar, hasta que me levanté y observé que estaba en la cabina de mantenimiento. Alida seguía recostada inconsciente en la silla por lo que decidí no molestar.
Miré por un pequeño orificio en la puerta desde el que se colaba la luz al interior de la habitación. Afuera había una niebla increíblemente espesa, la cual no permitía la visibilidad a más de 2 metros.
Revisé entre las cosas que tenía en mi mochila, quedaban pocas provisiones. – lo que me temía- me dije a mí mismo en voz baja. Había que tomar una decisión, seguir nuestro camino hasta la siguiente ciudad (ciudad Alba) o regresar por donde vinimos en Ciudad del Sur donde ya nos esperaba lo peor.
Al final y sin pensarlo demasiado, decidí volver solo dejando que Alida descansara un poco más, dejando una nota en la encimera cerca de la puerta. Salí y caminé cautelosamente entre la niebla, poco recordaba de cómo se veía el sitio por lo que continué hasta que me encontré con una pared y la utilicé apoyándome en ella hasta encontrar una esquina.
Lentamente llegué a unos ventanales que me indicaban una entrada de cristal, claramente destruidos y con el que casi me rebano la palma de la mano. Sin la certeza de encontrarme algo más prometedor adelante decidí entrar entre la penumbra que daba la poca iluminación del exterior.
Para mi buena suerte era una tienda de autoservicio, revisando entre los estantes encontré un poco de comida conservada y dos botellas grandes de agua sin abrir. Eso sería suficiente pero la curiosidad pudo conmigo por lo que me adentré más en el lugar. Guiado por mis recuerdos, estaba seguro de que encontraría un almacén detrás de una puerta o dos.
Cruzando por el pasillo de refrigeradores me sorprendió el hecho de que una luz de refrigerador iluminaba tenue y tintineaba lo cual era señal de que aún tenía suministro eléctrico.
Caminando sin mirar me tropecé con un envase roto y me mojé los pies. El agua estaba tintada de rojo e instintivamente pensé que era mi propia sangre al sufrir una cortada. Para buena o mala suerte delante de mí estaba el encargado de la tienda, tendido en el suelo boca abajo, pálido y desprendiendo un particular olor de muerte.
Al mirar sus manos me di cuenta de que tenía un revólver en la mano, me costó arrebatársela; su propia mano entumecida hizo notar que se aferró a ella aún cuando se estaba desangrando.
El revólver no tenía balas y aun así decidí conservarlo. En la puerta al almacén había una nota en el suelo con cinta, claramente la pegó el encargado, pero se cayó igual. La tomé y la guardé, un poco de historia para entretenerme tal vez.
La puerta abrió, algo malo la mayoría de las veces esto ya estaría saqueado. Pero algo no estaba bien, esto era demasiado parecido a una película. Comida en conserva sin tomar, botellas de agua. Un señuelo.
Cierto o no mi intuición me hizo avanzar dando la espalda a la pared. Rápidamente busqué con la mirada por donde vine. Ya no estaba el encargado, ¿claro no podía ser otra cosa no es así? La nota era para distraerme en lo que se acercaba a mí, pero me di cuenta a tiempo.
Atrás de los estantes; nada, en los refrigeradores; no. Al fondo observé la entrada, pero es más que claro que el pensaba igual que yo. Tuve una idea y antes de contemplarla con detenimiento ya lo estaba haciendo.
Tomé una de las botellas con agua y la rocié sobre el suelo conforme avanzaba por uno de los pasillos laterales. Me quité la mochila y la sujeté con fuerza amarrándola con los tirantes a mi brazo. El peso del revólver y las latas la hizo perfecta como arma contundente.
Agudizando mis oídos lo encontré caminando detrás de mí, pero lo hice creer que continuaría caminando a la entrada. No lo sospechó en lo absoluto y en menos de lo que se dio cuenta salí de su visión caminando a la izquierda.
Intentó correr hacia mí, pero el agua en sus pies lo hacía resbalar, aproveché la ventaja y tomando impulso lo golpeé en el rostro con la mochila. Cayó hacía atrás y al golpearse con los estantes se abrió la cabeza.
No murió al instante, pero el cuchillo en su mano terminó clavado en su costado izquierdo acelerando el proceso. Por primera vez vi cómo la vida abandonaba los ojos de alguien muriendo.
Eso me hizo salir del lugar y olvidarme del asunto, anonadado en mis pensamientos decidí regresar con Alida.
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