Un defecto más…

Un defecto más…

Liliana

22/06/2024

 Escuché a lo lejos un quejido, luego un lloriqueo. Yo me estaba cocinando con demasiado calor. En cuanto pude salir, revisé qué sucedía. Una deliciosa torta de chocolate se encontraba llorando en el mostrador.

 

— ¿Qué sucede? —pregunté de inmediato.

 

— ¿Acaso no lo ves? —respondió.

 

La observé detenidamente, prestando atención a su aspecto, pero no lograba identificar cuál era el problema. Me quedé mirándola con desconcierto.

 

— ¿No ves el color que tengo? Me veo poco atractiva.

 

— Pero todos aman el chocolate, ¿no te das cuenta?

 

No respondió a mi elogio, y en cambio, continuó llorando. Pensé en cómo solucionarlo y me dirigí al panadero para explicarle el problema que había surgido. Él me sonrió amablemente, tomó la torta de chocolate y la cubrió con una capa uniforme de chocolate blanco. Se veía aún más hermosa que antes.

 

— ¿Te gusta cómo te ves ahora? —pregunté a la torta.

 

— ¿Acaso no ves? ¡Tengo una figura horrible!

 

Me sentí confundido. La torta lucía deliciosa a simple vista. ¿Acaso estábamos viendo cosas diferentes? Me preguntaba qué estaba observando ella para sentirse tan mal. Una vez más, me dirigí al panadero para informarle sobre el nuevo incidente. Él me miró con menos alegría, tomó la torta, y con un cuchillo afilado le quitó algunas partes para darle una forma más refinada. Ahora ya no era redonda, sino que tenía forma de triángulo.

 

— ¿Te gusta ahora? —La miré con esperanza de recibir una respuesta positiva.

 

— ¿Acaso no lo ves? Soy demasiado pequeña, nadie me apreciará de esta forma.

 

¿Otro problema? A pesar de que la encontraba apetitosa, parecía que teníamos percepciones distintas. Quizás necesitaba gafas, aunque una torta con gafas sería bastante divertido. Con algo de pesar, me dirigí nuevamente al panadero para plantearle otro inconveniente. Esta vez, no hubo sonrisas. Tomó la torta, la metió al horno, y la hizo crecer un poco más. Ahora era más alta que yo, un pequeño croissant.

 

— ¿Ahora te gusta? —pregunté con ilusión de recibir una respuesta positiva.

 

— ¡Me sigo viendo mal!

 

Me quedé atónito ante tal observación. ¿Qué podría hacer yo, un simple croissant, ante tal dilema? Hablé de nuevo con mi amigo el panadero, quien estaba bastante ocupado. Me miró con disgusto, tomó la torta entre sus manos y decidió darle otra forma. Lo que antes era una deliciosa torta, ahora era solo masa, la cual el panadero amasaba una y otra vez hasta darle una forma por el momento incomprensible. Luego la metió al horno y, al cabo de unos minutos, un delicioso aroma a pan invadió el lugar. La masa ahora era un fino y detallado pretzel.

 

— ¿Ahora te gusta? —pregunté con esperanza.

 

— ¡Sigo sin gustarme!

 

El panadero ya estaba cansado de obedecer las quejas del ahora Pretzel. Hizo caso omiso a sus quejas y lo exhibió en el mostrador junto a los demás productos. La torta seguía quejándose hasta que llegó alguien que deseaba ordenar un apetitoso Pretzel. Finalmente, me llevaron a mí. Así terminó la vida de lo que yo consideraba hermoso. En sus últimos momentos, solo supo quejarse, y yo solo quise hacerla feliz sin lograrlo.

 

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