
El principio de esta historia se da en un mágico mundo llamado Imagilandia. Un lugar donde las fantasías y los sueños más tiernos se hacían realidad. Un mundo regido por criaturas mágicas capaces de crear hermosas melodías y donde la magia no era solo parte de los cuentos de hadas. Imagilandia era un mundo donde todo era posible. Un paraíso donde al solo pronunciar una palabra, bellas chispas de colores hacían que surgieran los más maravillosos deseos del alma.
Un mundo regido por el Rey Ilyon y la Reina Nara, y su adoración más grande: La Princesa Ada. Una tierna y bella hada vestida con un ceñido vestido blanco seda, zapatitos de charol blanco y una corona de rosas y esmeraldas.
El día a día en Imagilandia era común, pero ¿Común en qué? Común en los quehaceres diarios, común en crear melodías para todos los gustos, común en hacer que los sueños se vuelvan realidad.
Un día mientras se realizaba la gran ceremonia por los mil años de creación de Imagilandia, la princesa Ada en su afán por descubrir lo que había más allá de su mundo, tomó (aprovechando que sus padres: El Rey Ilyon y la Reina Nara estaban en plena ceremonia)
una varita capaz de trasformar lo más simple en algo maravilloso, pero al mismo tiempo capaz de ejecutar los más peligrosos sucesos a quien no supiese correctamente como usarlo. Ada maravillada por la belleza de aquella varita la tomó sin medir el peligro que estaba a punto de acecharla. Ada leyó una inscripción que decía:
Coge la varita con todas tus fuerzas, respira profundamente y centra tus pensamientos en lo que más desees.
Ada hizo lo que la inscripción decía. Sus pensamientos se centraron aventurarse en el mundo de los seres no mágicos, ósea los humanos, con el objetivo de descubrir si realmente todos eran tal como pensaban sus padres.
La curiosidad por descubrir algo nuevo la llevó a Ada desaparecer de su mágico mundo para aparecer en el mundo de los seres no mágicos: Los humanos. Ada sorprendida y al mismo tiempo con cierta desconfianza se aventuró en el sueño más deseado de su aventurera curiosidad: Recorrer las calles de aquel mundo al que sus padres llamaban: El bosque de los salvajes e inhumanos.
Ada teniendo conocimiento del riesgo que podría vivir en su aventura siguió lo que su corazón le dictó. Pero había algo que corregir. Ada pensó:
No puedo presentarme de esta manera ante los humanos. Debo presentarme sin estos llamativos colores.
Entonces tomando un poco de polvo mágico, transformó toda su ropa por unos jeans azules, una blusa celeste y zapatillas. Y dejando atrás el temor por algo que ella desconocía aun, dio inicio a su aventura.
En el transcurso de su recorrido creyó ver un enorme y larguirucho dragón que venía a toda prisa (era un tren de esos de carga). Ada inmóvil por imponente visión hizo que el tren se detuviese de golpe haciendo que hasta ella misma retrocediese unos cuantos metros atrás. El tren al detenerse, bajó un joven de dulce y tierna mirada. Ada al verlo quedó maravillada.
El joven acercándose a ella dijo:
Señorita como se le ocurre detenerse en plenos rieles cuando el tren venía a toda velocidad. Si no me detenía le hubiese podido causar daños terribles. Fue la peor imprudencia de su parte. Ahora le pediría por favor me diga ¿Qué hace usted a estas horas de la noche sola y sin rumbo fijo?
Ada dijo:
No sé. Yo solo caminaba por aquí y vi un enorme dragón que venía hacia mí. Pero dime, ¿Quién eres tú bello caballero de los ojos azules?
El joven no comprendiendo aun, optó por preguntarle:
¿Tiene a dónde ir?
Por lo que ella respondió:
En realidad, no soy de aquí. Podría decirse que soy de un lugar donde los humanos no pudiesen ir por sus propios medios.
Pero el joven aun no comprendiendo volvió a preguntar:
¿Está todo bien? ¿Podría decirme su nombre? Quizás pueda ayudarla a encontrar su hogar (El joven de los ojos azules se llamaba Eduard)
Ante aquella pregunta, Ada aun maravillada, respondió:
Me llamo Ada. Y soy un hada que proviene de un mágico mundo llamado Imagilandia. Pero al ser yo tan curiosa, tomé la decisión de aventurarme en tu mundo. Lamentablemente en mi mundo creen que en el mundo que habitas solo existen salvajes e inhumanos que dañan a su prójimo y así mismos. Pero me he dado cuenta que eso no es del todo cierto; pues he descubierto que existen personas maravillosas. Y uno de ellos eres tú.
Eduard al oírla rascó su cabello en son de no comprender nada. Pero siendo un joven educado, invitó a Ada subir al tren justo donde él conducía. Ada al subir tomó con ambos brazos el cuello de Eduard, mirándole fijamente a los ojos. Eduard no pudo resistir mirarla. Ya ambos dentro, Eduard dijo:
Señorita cójase lo más fuerte que pueda. Debemos llegar al paradero de trenes para dejar toda la carga que ya pudo haber notado atrás.
El trayecto fue largo, pero al mismo tiempo mágico para Ada pues se había enamorado a primera vista. Mientras ella disfrutaba de ese mágico momento. Sus padres: El Rey Ilyon y la Reina Nara preocupados lamentaban el hecho de haber dejado sola a su hija.
En el trayecto, Eduard volvió a preguntar a Ada, quien era y de dónde venía. A lo que Ada respondió:
Me llamo Ada y soy un hada. Por lo tanto, no soy de aquí.
Eduard sorprendido atinó a decir:
¿Un Hada? ¿Me estás queriendo decir que muy aparte de este mundo, existen otros mundos donde existe vida y donde lo que nosotros los humanos llamamos fantasía o simples cuentos de hadas es real? ¡Increíble! No creí que todo lo que alguna vez leí plasmado en libros de mi niñez pudiese existir realmente. Sabes, yo siempre supuse que el ser humano no era el único ser existente en este enorme universo. Muchos tratan de negarlo, otros creen, pero por temor a ser ridiculizados prefieren callar. Mi padre siempre me enseñó a creer en algo más allá de mi imaginación y ahora que tú me lo dices, eso para mí, es algo mágico.
Al amanecer el tren por fin había llegado a su paradero. Eduard bajó presurosamente para cumplir con su labor. Ada no despegaba su mirada de él.
Llegada la tarde, Eduard después de un fresco chapuzón y ya mejor vestido, invitó a Ada a beber un refresco y de ahí a donde él siempre iba cada vez que se sentía solo: Una casa de madera que él y su padre construyeron cerca de la playa. Eduard le contó a Ada que cada vez que él se sentía solo, venía a este lugar y cada vez que lo hacía, solía recordar el rostro de felicidad de su madre.
Ada al oírlo le dijo:
Sé que tu madre está en un mejor lugar, y no cabe duda que tu madre fue una gran persona. No en vano dejó un maravilloso hombre como tú. Por lo tanto, no estés triste.
De repente del cielo cayó un rayo luminoso. De él descendieron dos brillantes seres: Eran el Rey Ilyon y la Reina Nara quienes habían ubicado a su hija. Ada al verlos se alegró mucho, pero al mismo tiempo se entristeció al saber que sería posiblemente la última vez que vería a Eduard. Pero oyó de la propia boca de su padre (el Rey Ilyon) decir:
Hija mía al saber que no estabas, yo y tu madre y todos en Imagilandia nos preocupamos por ti. Pero de ahí descubrimos que la varita de tu abuelo, supo guiarte correctamente. Hemos comprobado que tu abuelo decía la verdad, al decir que no todos los humanos son malvados. Nos hemos dado cuenta que has encontrado a uno de esos pocos seres de buen corazón que realmente existen. Por lo tanto, hemos tomado la decisión que sigas tu camino. El camino de la verdadera felicidad.
Desde aquella vez. Ada y Eduard vivieron eternamente felices siguiendo el latir de sus corazones.
Harri Elemental
OPINIONES Y COMENTARIOS