Era una mañana como cualquier otra en las inmediaciones de la cordillera de la Viuda, cuando de pronto…
¡El sonido de las ruedas de un coche frenando sobre el pavimento! ¡¡¡SSSHHHHEEEEAAAUUUIIIHHH!!!
Un inicio muy abrupto, vayamos un par de horas atrás…
El reportero y su camarógrafa se encontraban en medio de la cordillera de La Viuda, en plena sierra central peruana, habían salido de Lima a las dos de la madrugada y cuatro horas después ya estaban en el punto de encuentro, en la posada «Desayunos Teresa». El sol serrano comenzaba a pintar de un ligero naranja las montañas rocosas, y los picos escarchados lucían un curioso púrpura.
Teresa llevaba en cada mano una jarra de maca con leche hirviendo, Ivo y Kiara se frotaron las manos con entusiasmo.
-Vuelvo en seguida con los vasos. -Anunció Teresa con un acento más costeño que serrano. Antes de irse activó el switch para prender un foco de luz pero nada sucedió.
Ivo era un excelente reportero, su principal atributo era la singularidad de sus reportajes. Escogía temas verdaderamente extravagantes que no se les ocurría a nadie más. Esta vez iba tras la historia del pan de UmaTanta. Su enigmático sabor había traspasado las fronteras rurales y reptaba a través de las grandes urbes del centro del país. El instinto periodístico de Ivo le indicó que presentar la misteriosa elaboración del pan desde aquel alejado y pintoresco pueblo sería el ingrediente de un gran reportaje que le valdría unos buenos réditos profesionales.
Teresa apareció nuevamente, traía dos vasos de vidrio y una canasta con pan.
-Disculpe señora, este pan, ¿es pan de UmaTanta?
-No señor, es pan de Huayllay, el pueblo en donde se encuentra el bosque de piedras.
Kiara, llamada por sus colegas camarógrafos «Ojo de Puma», cogió un pan de la canasta.
-Conocí el bosque de piedras de Huayllay, realicé un documental cuando estaba en la universidad.
Ambos comunicadores partieron las hogazas por la mitad y el aroma del vapor pareció transmutarse en materia sólida, en una escultura en honor al regocijo, incluso la nube calórica parecía intimidar al inclemente frío. Instintivamente se sirvieron maca en los vasos y bebieron para volver la corteza crocante en suaves grumos de algodón. Un manjar desde todo punto de vista.
Las expresiones de deleite de sus clientes, animó a Teresa a seguir charlando.
-No conozco mucho acerca del pan de UmaTanta, pero sí que les puedo revelar el secreto del pan de Huayllay.
-Somos todo oídos doña.
-Ustedes saben que el horneado es muy importante, y los rumores dicen que dentro de los hornos de barro, además de la leña y el carbón, los panaderos de Huayllay introducen piedras milenarias del bosque, y estas desprenden fragancias adicionales, las cuales moldean un sabor característico al pan, también ayudan a regular la temperatura dentro del horno, dándole al pan un dorado muy especial.
-Alguien se acerca. -Interrumpió Kiara.
Un colectivo de ruta se había detenido y un paisano se había bajado del vehículo.
-Debe ser mi contacto. ¡¿Paisa?!
-Buenos días. Usted debe ser Ivo Martínez.
El Paisa pidió un desayuno mientras que sin mayores preámbulos comenzaba su explicación acerca del itinerario que seguirían para llegar al pueblo de UmaTanta. Teresa apareció con la maca caliente y otra canasta con pan, luego sacó un foco del bolsillo de su poncho y se preparó para treparse a un banquito.
-La mañana aún está oscura. -Explicó Teresa.
Ivo se levantó en un santiamén.
-Doña, deje que yo le cambie el foco.
-Es usted muy amable.
Teresa descendió con dificultad del banquito y le entregó el foco a Ivo quien se trepó de un salto.
Hacía algo más de una hora en que se habían desviado de la antigua carretera y avanzaban por una trocha afirmada. Finalmente, el Paisa le indicó a Ivo estacionar el auto al lado de las faldas de una montaña.
-Hay un pasaje a unos metros, atravesaremos el cerro a pie y UmaTanta estará ahí, ni bien salgamos de ese pasadizo.
Caminaron los tres, atravesando el corazón de la cordillera de La Viuda. El Paisa iba adelante alumbrando el camino con su linterna hasta que apareció la luz al final del túnel… y ahí estaba… UmaTanta. No parecía un pueblo, más bien era una aldea. Una pequeña comitiva los esperaba. El Paisa caminó rápidamente hacia ellos, pero Kiara jaló del hombro a Ivo.
-¿Viste?
-Vi ¿qué?
-El Paisa alumbró algo extraño cuando estábamos atravesando la montaña, pero inmediatamente alejó la luz, no quería que viéramos.
-¿Y qué viste Kiara?
No hubo tiempo de responder, al ver que los visitantes se habían relegado, la comitiva fue hacia ellos. El líder de la aldea era un joven de rasgos andinos con unos ojos extraños, la rareza se concentraba en sus descomunales iris, los cuales eran de un profundo azabache y prácticamente se tragaban la esclerótica, sumiéndolas en la más profunda oscuridad.
El joven con ojos de rata los invitó a conocer el arte del proceso de elaboración del pan. Ivo casi podía palpar la aprensión de Kiara, caminaban entre largas mesas de piedra que exhibían masas crudas hinchándose a la espera de cocerse en hornos artesanales. ¿Qué sucedía? Ivo sentía que su rigor periodístico se encontraba adormecido, no atinaba a preguntar o preparar un plan de rodaje, no percibía aromas, no recordaba el tacto con la harina de trigo o la levadura, ¿había probado el pan ya? ¿se lo habían ofrecido? UmaTanta se le antojaba de pronto como «el país de las maravillas», y a todo esto ¿dónde diablos estaba el Paisa?
-Y este señores… este es nuestro horno, en donde reposa el verdadero secreto del sabor de nuestro pan.
El joven ojos de rata se había detenido frente a un gran horno de barro. Los observaba con una expresión traviesa, sus ojos totalmente negros parecían agrandarse y acopiar cierto brillo.
-Nuestra receta incluye un horneado con carbón… leña… y….
¡Qué pesadilla! Ivo se hallaba en el suelo ahora, fugaces imágenes de lo que vio dentro del horno lo perturbaban, ¡Qué visión! Acomodadas entre los panes… aparecieron cabezas humanas… cabezas cercenadas, divisó la cabeza del Paisa antes de desvanecerse… y ahora lo sacudían por los hombros.
-¡Ivo! ¡Ivo!
Finalmente Ivo abrió los ojos y pudo observar la preocupada expresión de Kiara sacudiéndolo con apremio.
-¡Qué susto! ¿Te encuentras bien?
Kiara y el Paisa lo ayudaron a levantarse y acomodarse en la silla. Se había ido de bruces contra el suelo al resbalar del banquito donde se había trepado para cambiar el foco. Teresa le entregó a Kiara un algodón remojado en alcohol.
-Bueno, ni bien te sientas listo, nos vamos. -Dijo Kiara pagando el desayuno.
-Si, lo mejor sería salir cuanto antes, UmaTanta está a una hora y media de aquí. -Dijo el Paisa.
Ivo se sacudió la tierra y se brindó a sí mismo una sonrisa burlona.
Minutos después se desplazaban velozmente por la carretera, Ivo escuchaba con atención la información volcada por el Paisa, y Kiara tomaba apuntes. El Paisa resultó ser un excelente contacto, ameno y hablador.
-El pueblo es bastante pequeño y su gente es hospitalaria. -Mencionaba el Paisa -Es importante precisar que su nombre «UmaTanta» proviene de los nombres quechuas «Uma» que quiere decir «cabeza» y «Tanta» que quiere decir «pan»…
¡¡¡SSSHHHHEEEEAAAUUUIIIHHH!!!
OPINIONES Y COMENTARIOS