Me negaste
NACER
Entre todos los angeles de la tierra te escogí, vi el aura de tu alma, vi tu soledad, pude sentir tus miedos y pedí, rogue y casi que suplique me permitieran llegar de primero para así hacerte compañía, no fue fácil, luche, corrí con fuerza, me sobrepase por entre los que iban de primeras y lo conseguí. Como un polluelo logré entrar con anhelo me empecé a formar.
Mi alma era más grande que el cuerpo recién formado. Podía escuchar tu voz, tu risa, pude sentir tu angustia pues no me esperabas. Aunque era tan diminuto mi amor por ti era inmenso, quería sentir el calor de tu piel, el aroma de tu pelo, verme en tus hermosos ojos y que tú voz pronunciase mi nombre.
Aún era muy pronto, pero mi alma ya te sentía y ya te conocía. Pero luego todo cambio. Ya no escuché tu risa y por el contrario te escuché llorar, podía percibir tus noches de insomnio, aquella voz dulce se convirtió en reproches. Aún así te seguía amando, pues sabría que entre tu vientre estaría protegido. A través de ti conocí el mundo, extrañas melodías, murmullos apenas perceptibles.
Las horas parecían días, los cambios cada vez se hacían más notorios. Me acongojoba que te sintieras mal, que no pudieses alimentarte a gusto, todo parecía revolver tu estómago. A mi lado, mi ángel de la guarda escuchaba atento mis preguntas ¿Qué hice mal? ¿Acaso hice algo indebido? ¿Porqué llora tanto?¿La he lastimado? Mi alado amigo con voz dulce y mirada bondadosa sólo me decía – no te culpes ni la culpes a ella , está confundida , sólo amala y bendícela. No la juzgues, no le reproches – Sus palabras me reconfortaban y empecé hacer el mayor esfuerzo por no incomodar. Permanecía quietecito en un rincón para mitigar de esta manera la desolada sensación de rechazo.
Yo observaba con total cuidado, ya quería ver el mundo, ya quería sentir la suave brisa, esperaba con ansias el momento de abrir mis ojos y regocijarme al ver el rostro de aquella mujer. Por momentos observaba desde mi otro plano sus ojos, azules como el cielo, su cabello de color dorado, caía como cascadas ondulantes por su espalda. Sus manos era delicadas a pesar de que por momentos sus puños golpeaban con furia los que estuviese a su alcance. Gritaba cosas que yo no comprendía, ¿Acaso no me amaba? ¿Porque reprochaba cada vez más mi existencia?
De repente un día, la exaltación de su voz, me saco de mis profundas meditaciones, a mi lado mi amigo fiel, tomaba mi mano con fuerza como si supiera lo que estaba por venir. Me recogí auna más, me escondí en lo más profundo como esperando no ser encontrado.
De repente todo se convirtió en un caos, un torbellino me zambullia, y aunque trataba de sostenerme de los que podía mis fuerzas eran pocas. Empecé a caer con mi pequeño cuerpo desecho como si estuviese siendo absorbido por una fuerza extraña. Grité, pero fue inútil, en unos minutos mi mundo fue destruido y con él mi diminuta humanidad.
Recordé las palabras de mi alado amigo, y con total dulzura contemple el rostro de aquella mujer que ahora estaba temblorosa, frágil como una hoja, le hable al oído. Le dije cuanto la amaba y le agradecí el corto tiempo que me brindo refugio, mire a mi alrededor y ya no podría ver el amanecer, ni vería las estrellas en las noches claras, no sentiría el abrazo del sol, no escucharía el canto de los pájaros, ya no sería lo que soñaba ser.
Observe aquella mujer con profundo amor, acaricie si rostro y seque sus lágrimas. Quise que escuchara cuanto la amaba y que jamás la juzgaría, quise decirle que entendía que no era mi momento y que yo fui un intruso en su vida.
No me permitiste nacer, el mundo tal vez perdió un arquitecto de sueños, o un médico del alma, quizás sería un rebelde sin causa, ya no verás mis ojos, ni sabrás cómo seria mi voz. No cuidare tus pasos en la vejez, ni seré tu compañía en la soledad. Te amo tanto que te evite noches de desvelo, días de amarga ausencia, eres y serás para mi un ángel en la tierra. Y aunque me negaste la oportunidad de llegar a tu mundo y a tu vida te bendigo y siempre serás MI MADRE.
Aquí te espero, en la casa de mi padre, y cuando llegue tu momento saldré con gozo a recibirte, te tomaré de la mano y te llevaré a conocer el reino, donde tú serás madre mia mi reina, y bañare tu rostro con mis besos y peinaré tus cabellos y sobre tu cabeza un corona de flores colocaré. Ya no llores más madre querida. Perdonate y perdona mi invasión.
Quién te ama, el hijo que no le permitiste NACER
OPINIONES Y COMENTARIOS