Pancito con café y leche.
En cada mañana cuando el sol tiñe el horizonte con su cálido resplandor en un pueblo pequeño una señora con las manos arrugadas, el rostro con múltiples expresiones que le ha dejado la senilidad nos hace despertar con el aroma exquisito de un café con los ingredientes más selectos acompañado con el poema alegórico que despierta saborear un pan de harina recién horneado.
Por las mañanas la doña se viste con su vestido de rosas y se coloca encima del vestido un delantal blanco que le hizo hace un par de años su amiga y siempre menciona quien se lo tejió. Todos los días que la doña es visitada por los vecinos, compradores y algún nuevo turista ella le hace la misma pregunta.
Pero, ¿A ti te gusta el pan?, la viejita susurra; la textura suave, el aroma exquisito, la calidad de sus ingredientes y el placer de saborearlo con café y leche.
Mientras tanto una señora lejos de casa empieza nostálgica exclamando; ¡Oh qué deleite ¡despertar y saborear un pan-cito sacado del horno bien calientísimo, recién amasado por las manos de aquella viejita que muy de mañana despierta cantando la canción que sus abuelos le cantaban.
Comienza la señora a cantar, mientras se levanta la falda y mueve sus manos, observándose en su rostro la expresión de tristeza, nostalgia, continúa bailando y muy sonriente empieza con la melodía.
¡Oh que rica es mi tierra¡, ¡Que rico su aroma¡,
Cuando recién me levanto,
Ese olor-cito a harina de trigo,
Que bello cantan las aves
cuando le das un trocito de pan,
Oh gracias Diosito por esta bonita mañana que me has
regalado para disfrutarla con pancito de trigo.
Mi mente vuela a los rincones de la tierra que visite con mi mejor amiga, recuerdo aquel mes de marzo mientras las aves entonaban sus alabanzas al aire mi amiga me llevo a conocer aquella viejita a la cual le llamaban la guardiana de secretos, la narradora de historias que solo ella podía contar, con calidez y entusiasmo.
Llegando a casa de la viejita nos ofreció café en unas tacitas de porcelana de la cual todavía se emitía el vapor de lo caliente, luego logramos percatar que traía sobre sus manos unas
bandejas de pan recién horneado se le podía observar el vapor condensado de un pan recién horneado.
Recuerdo que la doña susurró: ̈A mí me gusta el pan ̈ Me gusta despertar y decirle al pan que no se preocupe que cada día le dedicaré mis manos, que voy a despertar para amasarlo, donde sea que vaya quedará exquisito y su esencia será mi compañera. Le dije al pan que aprenderé cada receta y sabré encontrar todos los ingredientes sin importar lo mucho que me lleve hacerlo, usted dirá esta viejita está loca como habla con el pan, pero es que ustedes no saben cómo me ha tocado trabajar para llegar amasarlo con ternura, siento que cada esencia de ese pan lleva una parte de mi corazón. Siempre cuando lo estoy preparando, busco el sartén más brillante, lo lavo, lo reviso para ver si no tiene desperfectos, mientras enciendo el horno que siempre está trabajando duro y sin descanso, así como todos nuestros proyectos una vez que se trabajan con mucha perseverancia comenzamos a grabar nuestra esencia en ello. La doña se sonríe y mi amiga asienta la mirada, mientras emito un comentario, creo que a veces el horno descansa, por la noche y cuando se agota la leña, pero siempre queda un poco de ceniza que el viento termina soplando y se va llevando los recuerdas de ese día, así pasa
con los problemas, los recuerdos dolorosos y las cosas que no nos salieron, un día ya no duelen y termina el viento llevándose el sentir.
La doña continúa diciendo; hacer pan es como vivir, luego de escoger un buen sartén, también busco como ordenar mis ingredientes con mucha determinación, aunque hay días en que me despierto bien cansada y todo está bien desordenado, pero pienso; tengo que hacer mi pan, por que hacer mi pan es lo que me hace feliz cada día, soy feliz haciendo mi pan.
Cuando hacemos un pan vamos amasando la harina suave y delicadamente, sin prisas con amor y paciencia, le echamos el agua y seguimos amasando y amasando, a veces nos cansamos, pero no podemos dejar la masa a medio camino por que el pan ya no sabría igual, es bien agotador en ocasiones, porque las manos duelen de tanto mover la harina más a esta viejita que sus huesos ya no son como los de ustedes señoritas, luego le echamos un poquito de sal pero no mucho porque si le echamos bastante ya no sabe igual, así como cuando usted se pone triste solo tiene que estar un poquito sino todo el día se le va a dañar, y entonces señoritas luego le dejamos caer levadura que no parece ser importante pero le da la textura y esponjosidad al pan, usted señorita sabe que la levadura
produce una función química que hace que el pan usted lo saboree, esta viejita estudio no me vea solo así, por eso le digo señorita que usted tiene que aprender hacer pan y no debe olvidar que para preparar un buen pan debe saber para que funciona cada cosa, así que lea antes todo lo que pueda señorita, que cuando usted quiera hacer un pan para su mamita y lo esté preparando en ese horno ella solo le sonreirá bien bonito sintiendo felicidad de ese olor-cito de pan que sabe hacer con mucho amor solo su hija, pero acuérdese señorita de tener listo el horno para hacer el pan, para eso usted debe buscar mucha leña que este firme, buena y seca para poder agarrar fuego y que ese pan que tanto le costó hacer quede rico y sabroso.
Mientras yo estaba lavando mis manos cerca del estante de agua, la viejita se acercó a mi amiga, le puso la mano en el hombro y le dijo: señorita sea paciente, aunque suene difícil, hacer pan es un gran reto, exactamente como nuestros grandes sueños, pero a usted la veo astuta, determinada, inteligente y valiente ya verá que usted un día de estos sabrá hacer el mejor pan de todo su pueblo, que va de todo el País.
Siempre recuerde señorita que la receta más importante para hacer un buen pan es el amor y la paciencia, como todo lo que
hacemos en la vida, nuestros mayores propósitos requerirán
esos dos ingredientes, la vida es como hacer un buen pan.
Y ahora yo la dejo que me comeré mi pan-cito con café y leche.
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