Eran las cinco de la mañana, mientras esperaba que algún colectivo me llevara a casa. Mis piernas desnudas eran atacadas por el frío viento de la ciudad, pero la luz de la luna parecía envolverme, abrigarme, me encontré mirando perdida aquel bulevar desierto, cuando un hombre moderno con sus gafas de armazón oscuro me preguntó si era feliz ¿era feliz? Lo mire y un “NO” salió expulsado de mis entrañas sin dejarme pensar alguna mentira, ¿por qué no era feliz? Volvía de una fiesta, había alcohol en mis venas y sin embargo estaba triste, rota, con mi orgullo humillado, sintiéndome sucia, queriendo llorar de rabia y por primera vez, tal vez en mucho tiempo, no fui amable, me permití mirar mal y echar sin palabras bonitas a alguien, vi como se fue enojado volviendo a verme.
¡Ja!
¿Quién se creía para hacerme reflexionar tan tarde, tan quebrada, tan desilusionada aquella noche?
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