Perdón el atrevimiento, mi señora.
Pero usted ha pedido, mi señora,
que deje de soñar para no morir.
Deje decirle a usted, mi señora,
que puede atravesar mi cuerpo
y tronzar mis débiles huesos.
Puede usted embeberse de mi sangre
y hacerme vociferar los más estruendosos alaridos.
Pero, mi señora, yo seguiré soñando
hasta el día de mi muerte.
OPINIONES Y COMENTARIOS