«LETRAS EN TIEMPOS DE SILENCIO»

«LETRAS EN TIEMPOS DE SILENCIO»

La plaza central del pueblo, antaño bulliciosa y vibrante, se encontraba ahora en un inquietante estado de abandono. Las fuentes secas y las bancas vacías reflejaban el impacto de la pandemia. Mateo observaba el paisaje desolado desde su apartamento, preguntándose cómo habían llegado a ese punto.

El desempleo, que ya había golpeado con fuerza debido a la globalización y la automatización, se agravó con la pandemia. Las promesas políticas se disolvían en el aire, dejando corazones rotos y promesas incumplidas. Mateo, como muchos otros, había perdido su empleo y, con él, su dignidad. Cada carta de rechazo aumentaba su frustración.

Una tarde, Mateo se detuvo frente a un mural que resumía su sentir: un hombre encadenado bajo un cielo tormentoso, con un horizonte de puertas cerradas. Las palabras «No es pereza, es desesperanza» resonaban profundamente en su corazón. La pandemia había exacerbado las desigualdades; mientras los ricos disfrutaban de lujos, las familias luchaban por sobrevivir.

Mateo decidió unirse a sus vecinos para exigir políticas laborales y de salud más justas. Las noches de preocupación se transformaron en reuniones comunitarias y discusiones sobre el futuro. La plaza comenzó a llenarse de nueva energía, y los muros infranqueables mostraban grietas de esperanza.

Mateo entendió que la verdadera fuerza radicaba en la unión y la convicción de que un cambio era posible. La plaza central, con sus fuentes secas y bancas vacías, no solo recordaba lo que se había perdido, sino también el potencial de renacimiento. Juntos, podían enfrentar la adversidad y construir un futuro digno. La pandemia dejó cicatrices, pero también despertó una fuerza colectiva. La plaza sería el escenario de su resurgir.

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