En lo profundo de la sierra, entre los recovecos de caminos que solo los más viejos del lugar conocen, se alza un imperio clandestino. La bruma matinal acaricia las hojas de la coca, que crecen con una terquedad que rivaliza con la de los hombres que la cultivan. Aquí, en este rincón olvidado del mundo, la vida y la muerte coexisten en un frágil equilibrio sostenido por el narcotráfico.

Miguel, apodado «El Jaguar» por su astucia y ferocidad, se yergue en la cima de este oscuro reino. Desde joven, su destino quedó sellado por la pobreza y la falta de oportunidades. Fue su padre quien le enseñó los secretos de la selva y las artes de la supervivencia, pero fue la necesidad la que lo empujó al abismo del contrabando. Con el tiempo, aprendió que en este juego, la inteligencia y la crueldad son armas igualmente esenciales.

Las noches de luna llena, los caminos serpenteantes se llenan de sombras. Los cargamentos de polvo blanco atraviesan fronteras invisibles, custodiados por hombres sin rostro, cuyas almas se han vendido al mejor postor. La violencia es la ley no escrita que rige este mundo; un balazo es la sentencia inapelable para aquellos que osan desafiar el orden establecido. En las cimas y los valles, el eco de los disparos se mezcla con el canto de los grillos, creando una sinfonía de muerte.

En el corazón del imperio de Miguel, la opulencia contrasta con la miseria circundante. En su mansión de paredes doradas y ventanas de cristal, la riqueza adquirida a costa de vidas humanas se exhibe sin pudor. Sin embargo, cada vez que se sienta en su trono de cuero, un pesar insondable lo consume. A menudo, se pregunta si el precio pagado por su reinado no es demasiado alto, pero la respuesta siempre se pierde en el fondo de una botella de licor caro.

La DEA y la policía local son fantasmas que acechan en los bordes de su conciencia, siempre al acecho, siempre un paso detrás. La traición se cierne sobre su cabeza como una espada de Damocles. Cada mirada furtiva, cada susurro a media noche, podría ser el preludio de su caída. A pesar de todo, Miguel no muestra miedo; sus ojos de jaguar reflejan la determinación de quien ha nacido y crecido en un mundo sin piedad.

Pero hay momentos, fugaces como un rayo en la tormenta, en los que Miguel sueña con la libertad. En sus sueños, vuelve a ser el joven que corría libre por los campos, sin más preocupación que la de llegar a tiempo a la cena. En esos instantes, la carga del imperio se desvanece, y el hombre detrás del mito emerge, deseoso de redención. Sin embargo, al despertar, la realidad lo envuelve de nuevo, y el ciclo de sangre y droga continúa.

En la sierra, la vida sigue su curso. Las plantas de coca florecen con una vitalidad que parece ignorar el sufrimiento humano que las rodea. Los caminos ocultos continúan siendo transitados por sombras que no se detendrán ante nada ni nadie. Y en su trono dorado, Miguel «El Jaguar» sigue siendo el rey indiscutible de un reino que devora a sus súbditos con la misma voracidad que los alimenta.

La historia de Miguel es solo una de tantas en este submundo de tinieblas. Un relato de poder y desolación, de sueños rotos y esperanzas marchitas. En la sierra, el narcotráfico no es solo un negocio; es un destino que arrastra a todos los que se cruzan en su camino, como un río embravecido que no perdona a quienes intentan resistirse a su caudal 

Creado por: Azul Karime Olvera Arizmendi 

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS