El día que mi bici se volvió loca

Era un día normal, como cualquier otro. Me levanté tarde, me metí un pedazo de pan con mermelada en la boca y me fui a la escuela en mi bici. No le puse mucha atención al camino, como siempre, iba pensando en el examen de historia que tenía esa tarde. Ya sabes, el del imperio romano. Me preguntaba cómo rayos iba a recordar los nombres de todos esos emperadores y sus guerras. 

De repente, ¡zas! Mi bici se puso a vibrar como si fuera una máquina de videojuegos. Al principio no le di importancia, pensé que era la llanta que se había desinflado. Pero cuando la miré, todo estaba en orden. La bici seguía vibrando, como si estuviera loca, y empezó a girar sola. ¡Era una locura! Yo trataba de mantener el equilibrio, pero la bici no me hacía caso. Se iba por el camino como si tuviera vida propia. 

Pasé por un charco y me salpicó toda la ropa. La gente me miraba con caras raras, como si estuviera loco. Yo no sabía qué hacer. Grité a todo pulmón: «¡Alto, bici, alto!» Pero la bici me ignoró por completo. Empezó a ir más rápido y yo ya no podía controlarla. 

De pronto, la bici se frenó de golpe frente a la escuela. La gente se apartó y me dejaron pasar. Yo estaba sudando a mares, la bici ya no vibraba y yo no tenía idea de qué había pasado. 

Llegué a la clase y el profe ya estaba dando la lección. Me senté en mi lugar y le conté a mi amigo Miguel lo que me había pasado. 

«¡No manches! ¿Te volviste loco?» me dijo Miguel con una sonrisa.

«No, de verdad, la bici se puso a vibrar y a girar sola, como si estuviera embrujada,» le respondí.

Miguel se echó a reír. «Ya te dije, ¡te volviste loco! ¿Ya viste el video de la banda de rock?»

Yo me quedé pensando en la bici. ¿De verdad me había imaginado todo? ¿O la bici realmente se había vuelto loca? Nunca lo sabré. Pero lo que sí sé es que ese día, mi bici me hizo pasar un día de locos.

fue inesperado pero a la vez me dio una experiencia loca que contar, con miedo pero asombrado, se que fue una de las mejores experiencias que me ha ocurrido.