Una historia tonta de amor

A él lo conocí a principios del tercer semestre. Él era como una luz que me iluminó en mis peores momentos, ¿Por qué? Bueno, yo ya llevaba meses sintiéndome agobiada, cansada, frustrada, con ganas de acabar con todo de una vez. De hecho ya lo había intentado dos veces en los últimos dos años, pero sin éxito, y también me habían internado por varios ataques de ansiedad. Bueno era principios de semestre, yo había tenido una fuerte discusión con mis amigas, fue un miércoles, estaba al borde del llanto, sola en el salón escuchando música, y de repente escucho una voz, “¿Qué escuchas?”, volteo y era él, Alan. Un chico moreno, de pelo corto, alto y simpático. “Vía láctea de Zoé “ le digo, solo hubo un silencio y el movía su cabeza como si aprobara mis gustos musicales. Me quedo pensando y le propongo acompañarme a comer (tenía mucha hambre), el acepta y me acompañó, después caminamos un poco y nos detenemos y me hace la gran pregunta…. “¿Qué pasó?”, en ese momento le tuve tanta confianza que hasta lloré ahí mismo, no recuerdo lo que dije pero en verdad me sentí escuchada por primera vez. Él fue una gran ayuda, con él sentí lo que nunca había sentido con alguien más.

Pasaban los meses y el me empezaba a gustar, el porqué no lo sé, solo pasó, y lo mismo le sucedía, hasta que una de tantas madrugadas en las que nos desvelábamos, se lo confesé, él tardaba en contestar y eso me hacía sentir insegura hasta que contestó: “Y tu me gustas a mí”. Lo que sentí fue una horda de emociones que simplemente no entendía.

Él fue mi primer todo, me sacaba de mi zona de confort aunque yo no quisiera, el lo hacía. Me alegraba día con día, aunque yo lo trataba mal, por mis problemas inconscientemente me desquitaba con él y aun así el seguía aquí. Hasta que un día lo vi con el orientador, por lo que sé el estaba peor que yo, pero yo no me dí cuenta, pero él tampoco habló. Después de un tiempo descubrí que el en verdad sufría, no por mí, por todo, el llevaba un gran peso del cuál nunca me dí cuenta y aún así el seguía adelante.

Una mañana, recibí un mensaje suyo, cada mañana me mandaba un mensaje motivándome a seguir día a día, y me recordaba cuánto me amaba. No sé porque lo hacía si en cuestión de minutos nos veríamos en la escuela. Esa mañana recibí su mensaje como siempre pero no lo abrí. Y no llegó a la escuela. Nunca llegó. Le mandaba mensajes esperando una respuesta la cual nunca recibí.

Después de la escuela recibí un mensaje que nunca esperé.

Alan había fallecido esa mañana a causa de un impacto de bala, una bala que provenía del arma de un ladrón. Alan nunca les tuvo miedo, tenía esa mentalidad de no rendirse así como así, e intentó defenderse, lo logró, pero no evitó que la bala lo atravesara.

Él había prometido nunca dejarme sola, pero a veces las promesas nunca se cumplen.

Solo puedo recordar las lágrimas que se derramaron, las lágrimas que su madre derramó, su hermano, su abuela, su familia, sus amigos, yo, recuerdo el sufrimiento. Pero no puedo recordar la última vez que lo abracé, pero simplemente no puedo seguir adelante sin él. No puedo.

Quiero recordar cada minuto con él, cada segundo, cada risa, cada abrazo, repetir ese primer beso, recordar los buenos y malos momentos, estar a su lado, no soltarme nunca de él, o simplemente verlo a los ojos, aunque está claro que no volverá a suceder.

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