Me encantan los días lluviosos, me fascina sentir el viento batiendo mi pelo y empapando mis pestañas.
Me disocia caminar bajo la llovizna, me emociona saltar los charcos y esquivar alguna que otra gotera silvestre de los tejados, siento que estos actos me hacen ser parte de estas lagrimas.
Me tranquiliza la brisa que espolvorea la lluvia, recuerdo cerrar mis ojos y solo pensar «si quitamos la b a brisa queda la palabra risa, porque la brisa se siente como cuando alguien se ríe tan auténticamente que te empapa un poco de su saliva, quizas por eso le pusieron brisa por la risa descontrolada que consume a la lluvia», ciertamente un pensamiento demasiado banal pero a la vez se me hace genuino.
Me seduce demasiado tanto el olor a tierra y pavimento mojado es tan excitante sentir un aroma tan nacido, honestamente esto me llena el corazón de espasmos hasta llevarme al orgasmo emocional, me viene a la mente esa vez que caminaba y era inevitable no pensar que ojalá las personas tuvieran esta fragancia tan pura.
Me cautiva tanto las melodías que compone el movimiento de las hojas, con los choques de las gotas aterrizando en la superficie que tocan mis pies y a todo esto sumarle el silbido de las aves escondiendose de una ducha de lo más exótica, es la sinfonía que deseo para mi primer día de caducidad.
Soy honesta, me hipnotizan exorbitantemente mis pensamientos por como romantizan hasta los más natural y hermoso que nos da la vida.
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