Versos de un Amor Imaginado
Sentada en el balcón de mi apartamento, la noche me envuelve con su manto de estrellas y la brisa cálida de verano acaricia mi piel. Escribo estas palabras con la esperanza de liberar la carga de los «y si» que han pesado tanto en mi alma. A mi alrededor, la ciudad respira con un susurro constante, un murmullo de vidas que se entrelazan y se separan, ecos de historias que, como la nuestra, quedaron incompletas.
Te imagino entrando en mi vida en un momento diferente, un instante en el que mis cicatrices aún no habían marcado mi piel, en el que los fantasmas del pasado no susurraban sus tristes historias en mis sueños. Pienso en la posibilidad de que me hubieras amado sin reservas, sin preguntas ni miedos, aceptando mis imperfecciones como parte de un todo hermoso y complejo. Me pregunto si habrías sido capaz de lavarme con ternura las sombras de los ojos, peinando mi insomnio con caricias suaves y constantes, y acariciando mis manos arrugadas con tus dientes.
En las noches en que nos encontrábamos, siempre había un aire de sinceridad y misterio. Te imagino desnudándome con los ojos cerrados y las manos expertas, mientras te contaba las historias de mi vida, esos fragmentos de verdad que te ofrecía envueltos en mentiras piadosas. ¿Habrías entendido que, en cada palabra, había una verdad profunda y dolorosa? ¿Habrías igualado nuestros nombres en el pedestal de un amor compartido, creando un vínculo que trascendiera el tiempo y el espacio?
Si nos hubiéramos conocido de otra manera, en un tiempo donde mis hombros no estuvieran marcados por los mordiscos de amores pasados, me pregunto si habrías visto en mí algo más que una posibilidad fugaz. Tal vez, si te hubiera vendido la idea de ser el amor de tu vida y te hubiera comprado como el amor de la mía, habríamos encontrado en nosotros mismos un reflejo que nos enseñara a amarnos como se ama a uno mismo, con todos nuestros defectos y virtudes.
A veces me pregunto si nos habríamos enamorado con la misma intensidad con la que nos perdimos. Si al mirarnos en el espejo de la vida, habríamos visto no solo dos individuos, sino una unión perfecta de almas destinadas a amarse y redescubrirse cada día.
La noche avanza y las luces de la ciudad empiezan a apagarse, pero aquí, en este balcón, con la tinta de mis recuerdos y la brisa nocturna como testigo, escribo las palabras que nunca te dije. En esta carta no enviada, dejo plasmado el amor que pudo haber sido, un amor que siempre vivirá en el rincón más secreto de mi corazón, donde los «y si» son el eco constante de una melodía inacabada.
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