Vagando sin alma ni penas, en el sendero del juego de la apatía sórdida.
Desgarrando las almas de los incautos, bebiendo la sangre de los ingenuos.
Se arrastra por los sueños de los desamparados, teje pesadillas en los pensamientos de los inocentes.
Un marionetista velado, rige en los hilos de la conciencia de los vulnerables.
Suspira engaños, camina con la mirada fría, contemplando sigiloso como la araña caza a una mariposa.
Espléndido, se viste de las almas de los frágiles, mientras su moral se alimenta del regocijo.
Los gritos agonizantes lo llenan de devoción, de su mentira se marca, anatema.
De su farsa se marca, argucia, exquisito y nítido se aventura al crédulo.
Indeleble, aturdido, se anida entre sus manos gélidas.
dejando un rastro de vacío, donde antes latía un corazón.
En la penumbra de la duda, se oculta su rostro, un antifaz de seda, una farsa bien construida.
Su voz, un susurro translúcido en oídos cándidos, veneno dulce que corrompe la razón.
Devorando la esperanza, alimentándose del miedo, deja un rastro de ceniza y desolación.
Los recuerdos se desvanecen, convertidos en polvo, con la sonrisa macabra del amo del vacío.
En la oscuridad, su sombra se expande, engullendo los sueños.
aplastando la voluntad, dejándola en silencio y agonía.
Un espectro sin rostro, un eco que se pierde en la nada.
un susurro que te recuerda la fragilidad de la vida.
Una huella que deja la marca del mal.
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