Sin Cabeza

Sin Cabeza

louis.

30/05/2024

Érase una vez un hombre sin cabeza. Este hombre ha perdido la cabeza en una apuesta contra si mismo, por más absurdo que suene ha sido por la razón más antigua en la existencia humana, esa que incita guerras y empuja suicidas: una mujer.

Ha perdido la cabeza en algún gavetero, en la ducha, debajo de las sábanas, en el mercado, caminando al trabajo… No lo recuerda claramente, pero hay algo que no le queda duda: se siente ligero y no tiene miedo.
El miedo siempre fue el motor principal de la mentira en que se convirtió su vida; miedo al amor, miedo al dolor, miedo a la rutina del tiempo, miedo a sí mismo, miedo al miedo.

Pero esa mujer le hace sentir el más valiente explorador recorriendo la verde y salvaje tundra; sus ojos. Un intrépido navegante en pleno Mar Caribe una mañana de tormenta; sus piernas. O el peor suicida del mundo encontrando la resurrección diaria en sus besos.

Como decía, este hombre ha perdido la cabeza por una mujer y le toca aguantar lo que esto conlleva: las miradas curiosas en la calle por extraños, la ironía diaria de trabajar frente a un salón de sombreros, la falta de un recipiente para soportar su ego, lo disociado al verse en un reflejo… Aunque prefiere calcular lo que ha ahorrado en peluquero y shampoos para no sentirse tan mal.

Esa mujer no es ninguna bruja, ni maga, ni traficante de partes humanas. De hecho ella ignora la falta craneal de este hombre, aunque ese desconocimiento no la hace menos responsable de ser la culpable del asunto.

Todo paso una noche de amor; él contra ella, ella contra él, ella sobre él… Lo hacían y los hacía, la cama se sentía como el trópico, en el techo un espejo con forma de media luna y en sus ojos encontró la libertad. Hasta que llegó la mañana, el hombre despertó sólo, extasiado y onírico. Con una sonrisa melancólica sabiendo que no la volvería a ver.

Vinieron días de confusión, sueños lúcidos, nostalgia efímera, quería encontrarla y ella nunca volvió. Poco a poco notaba en el espejo cómo su cabeza empezaba a desaparecer, esto no lo abrumó. Las causas del asunto a resumidas cuentas son las mismas que siempre le truncaron el camino: el miedo.

Y esta face del sueño es de la que debo advertirles, ya que la ausencia craneal que sufre este hombre es repetitiva y más común de lo que parece. Súbitamente todos perderán la cabeza por causa de alguien, intenta que esto no sea un martirio, aunque ese no es el caso narrado, ya que el hombre se acostumbró y disfruta al ser un descabezado.

Ahora vive su vida lo más «normal» posible (aunque siempre le huyó a la normalidad); llora en el cine, se sienta en los parques, come pizza fría a la mañana, toma vino los viernes, la extraña todos los domingos, se masturba para dormir, ahora es su propio dios y sueña muy poco, pero siempre es con ella. 

Este hombre ha perdido su cabeza por una mujer que nunca volverá a ver. Dudo que vuelva a encontrar otra porque para encontrar algo primero hay que querer buscarlo. Así que no sientan pena por el hombre, ni por su cabeza, que estoy a su lado, ya no tiene miedo y siente los hombros ligeros. 

Fin.

Quito, 2019.

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