Del corazón del universo se desprenden

lluvias estelares que iluminan este oscuro planeta que habitamos.

Desde su trono, el omnipotente nos envía sus efluvios divinos.

Su misericordia divina alcanza a viles pecadores y almas débiles,

tiranizadas por el villano de las tinieblas.

Nuestra alma, oscurecida por la maldad,

es iluminada por el incandescente rayo divino

que el Supremo absoluto nos envía

para emancipar nuestro espíritu.

Grandiosa es la majestuosidad divina,

su misterioso poder transforma

al mísero pecador en un alma luminosa.”

Pedro Hernández: poeta, escritor.

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