El León Rojo de la Soledad Parte 2

El León Rojo de la Soledad Parte 2

Elifas Sator

19/05/2024

Paso a paso por el camino del mortal.

Concebir llegar hasta el final.

Busco la puerta del cuervo y con todo terminar.

Comenzar por el principio. Quizás, comenzar por el final.

Las ruedas de la vida giran mientras padezco en soledad.

Los dagas del destino penetran, crece la ansiedad – mi falta de identidad -.

Me desvanece y me hace llorar.

Dejo de existir.

No es victimismo, es no aceptación del cambio.

Pero, está bien…

Se que es ilusorio.

Ni los grises campos citadinos, ni las hojas semi verdes de los árboles, ni el óxido de los cercos de malla en las casas, ni el aire contaminado son reales.

Todo puede parecer caos, pero son parte de la ilusoriedad sensorial y efímera.

Los letreros desgastados, los postes del alumbrado público, los contenedores de basura a media calle, los pisos húmedos y enlodados, las estrechas escaleras para llegar al segundo piso, los pájaros ruidosos en sus nidos también son falsos.

La belleza es lo que ello no es.

Los sentidos me engañan.

El problema no es el mundo. El obstáculo es lo que observo y creo.

Me presto en sufrimiento y dolor porque así lo deseo. 

Penitencia para purificar mi alma y sanar malas decisiones de esta vida.

Es mi castigo autoinfligido por falta de ética y moral a través del mundo, hacia las personas.

Lo que he dado ahora lo recibo. Juicios falsos de mis órganos físicos que miran y sienten sin discernir ni observar detenidamente.

Recibo del mundo lo que doy.

Merezco el dolor, el sufrimiento. Penitencia bien merecida.

Hasta que logre dar a la vida lo que soy realmente, seré salvo.

Soy lo que es más allá de las creencias de un personaje llamado Alonso, creado para fluir en un medio social aberrante.

Lo que mis padres y la falta de ellos han creado.

Un absurdo para el mundo.

Un falto de carácter y determinación.

Desesperado vivir por encontrar la verdad y el amor en los demás. Dañando al prójimo para lograr mi cometido.

El amor no se pide ni se da. El amor es y es libre.

Creer que quiero amor a como dé lugar es falta de comprensión del vivir.

La impureza me seduce y me hace vivir como ser abyecto.

El creer y el egoísmo son peligroso para nuestra vida. Nos hace cometer actos denigrantes para el Ser.

El subsistir en el errante camino es la vida del pecado. No el acto per se, sino el desenfoque de la verdadera senda que debemos recorrer para llegar a la cumbre de la montaña blanca cristalizada.

Miro a mi alrededor un rocío ígneo disperso. Cómo si mi visión se nublara.

El océano es borroso en su mayoría de días y eso me exaspera. La falta de certeza, me mantiene en naufragio.

Las fiestas, las máscaras, las copas, los pseudoamigos y la música eran buen refugio para dejar de pensar.

Hoy, lejos de todo ello, percibo la verdad.

Creí en ese sentir. En esa oleada de risas, pensamientos vagos, enervantes y reuniones.

Los pensamientos, ahora, llegan con mas fuerza y me tumban. Los enfrento, los asimilo.

Me doy cuenta de que, lo que creía que era un mal, era mi propia vida hablándome para cambiar. Para dejar el pasado y enfocarme en el cambio del presente.

Perdí todo. Eso que sentía que era parte de mi esencia, esa verdad absurda que me mantenía atado al bajo mundo de la fatal ignorancia.

¿De que sirve lamentarme si solo lo uso para sufrir? De nada. Sufro para vivir y vivo para sentir dolor.

Este padecimiento eterno mantiene la lucha para despertar de la gran mentira de la vida. El engaño de la realidad que tanto abruma. 

Solo podemos aceptar que todo es así.

No tengo duda de ello.

La existencia transforma el dolor de la incomprensión en sabiduría de vida.

Dejar de seguir las falsas apariencias del mundo hace que la vida se derrumbe.

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