Ella lo amaba. Pero un día ella abrió los ojos y vio la verdad. Descubrió que no era necesario amarlo un día, el verdadero reto era amarlo todos los días siguientes. Por mucho tiempo pensó que lo amaba por lo que era o por lo que significaba en su vida, pero era mentira, amaba las palabras, las acciones, los recuerdos, incluso los enojos y reconciliaciones. Pensó que ese amor sería eterno, no tenía en cuenta el camino natural de la vida; el cambio.Ese día se vio al espejo y descubrió que ella no era la misma que al principio, y siendo así, ¿cómo podía pedirle a él ser el mismo? Miro dentro de sí, busco motivos, causas, efectos y todo lo que pudiera ayudarle, pero para su mala suerte ella lo había olvidado, olvidó por qué cambió, olvidó esa parte de su vida que la hizo lo que es. Luego lo miró, a quien le juró amor eterno, a la persona con quien compartía más cosas que con nadie en el mundo. Él lo había hecho bien, siempre a su lado, siempre sonriendo, siempre con las ganas de buscar soluciones. Ella sabía sobre la lucha que tiene todo hombre al enamorarse y entregarse a una mujer, sabía que la naturaleza los ha dotado de mayor fuerza física pero con la desventaja de una menor fuerza emocional, de lo cual ella tenía de sobra. Ella sabía lo mismo que él, pero aun así actuaba de diferente manera. Ella pensó que un día él se cansaría de ella y de sus celos, de sus enojos, de sus rabietas, de su inestabilidad emocional, de todo lo que ella pensaba que era parte de su feminidad. Se pensó tonta, pero aun así sabía que lo volvería a hacer. Tenía miedo de perderle, pero temía más estar a su lado y verlo sufrir. Tomar decisiones era cada vez más difícil, porque ella no veía lo que pasaba, en realidad solo veía lo que sentía, estaba siendo vanidosa y eso la hacía sentir culpable. Se acercó a él y lo miró con incertidumbre, como esperando a que dijera algo, algo que cambiara el mundo, algo que la hiciera sentir bien. Pero luego no solo quiso palabras, también quería que la abrazara, que lo hiciera en el momento exacto, con la fuerza suficiente, durante el tiempo necesario. Buscaba lo perfecto en un ser sumamente imperfecto. Descubrió que no solo quería un momento, sino una vida, un paraíso a su lado. Luego regreso a la realidad, al momento en que estaba viviendo, al presente. Al momento en que ella buscaba amor sin ofrecerlo. Ella lloró, sin razón principal, sin motivo inmediato o lejano, solo necesitaba vaciar su necesidad de algo.
Él la amaba. La miró y vio a la mujer perfecta. Tomó su mano, su cintura y con 10 palabras la volvió a enamorar. No sabía cuánto duraría, no sabía si ella lo amaba y no lo pensó, porque no hacía falta, en ese momento él la amaba. Sabía que regresarían los problemas, sabía que volverían a pelear, pero la amaba y eso, para él, era suficiente.
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