Riccardo Paletti talento precoz y sueño roto

Riccardo Paletti talento precoz y sueño roto

Marcelo Zucca

17/05/2024

Para ser sincero tengo contactos y bastantes para llegar a la Formula 1, pero o se concreta con un equipo de primera línea o nada, prefiero seguir sumando experiencia en la Formula 2, ir a la F1 en un equipo chico y sin posibilidades no vale la pena, no solo porque el riesgo que se corre es grande sino porque conductivamente no puedes concluir nada y te quemas.

«La F1 es peligrosa, muy peligrosa, demasiado peligrosa. No hace falta nada para hacerse mucho daño. Estos autos son demasiado rígidos y con un reglamento engañoso que no queda claro por qué se hicieron. El coche salta por todos lados, y demanda un gran esfuerzo físico. Después de quince vueltas preferí parar porque me dolían los riñones. Si creo que se deben dar noventa vueltas en un circuito como este, no sé cómo terminaré una carrera

Con esa declaración premonitoria, RiccardoPaletti selló un destino que se encargó de machacar una vida rebosante de futuro, radiante de juventud.

13 de Junio de 1982, GP de Canadá.

Está sentado en el Copckit de su FA1C , es un momento único, se apresta a largar su segundo GP, le atan los cinturones, el ingeniero del equipo Giorgio Stirano controla que esté todo en orden, quiere saber, le pregunta con una seña, pulgar arriba, ¿Todo ok? Riccardo lo mira lentamente, pulgar arriba, todo ok.

Pone el motor en marcha, el Cosworth V8 ruge con un sonido malvado, aterrador, cuando está a punto de salir a pista, Enzo Osella se acerca, saca de su billetera una pequeña foto, se la ofrece, Riccardo la agarra y la observa, es Giovanni Amadeo, el joven mecánico fallecido hace apenas un año y 20 días al ser atropellado en Zolder, Bélgica por el Williams de Carlos Reutemann, es el talismán al que todos los miembros del equipo depositan sus últimasesperanzas cuando los rezos y suplicas al Padre Celestial pierden sus fuerzas.

La contempla por unos segundos, la foto muestra al joven Giovanni sonriente sentado en la rueda trasera del Osella que la temporada anterior corrió su amigo BeppeGabbiani, la observa atento por una fracción de segundos más, dos cosas le llaman poderosamente la atención, lo rápido y pronto que se puede apagar una vida y el auto, si, el Osella de la foto es el mismo con el que él disputará el GP, trata de no hilvanar conjeturas apocalípticas, mete la foto en el bolsillo de su buzo antiflama y comienza a transitar la estrecha calle de boxes.

Quién sabe por qué Enzo lo obligó que lleve con él esa foto. Habrá sido porque el ambiente, todo en general está convulsionado por la trágica pérdida del ídolo local Gilles Villeneuve acaecida hace apenas un mes y siete días atrás? No lo sabe, lo más doloroso es que no lo sabrá jamás.

Ubica la trompa de su Osella en el límitereglamentario que su posición le indica, el cajón numero 23, levanta un poco la visera de su casco para evitar que se empañe, los alerones de los autos que lo preceden forman una sicodélica víbora que parece no tener fin, una víbora que parece dormida,tranquila, expectante.

Mira para el costado, ve en la tribuna a su madre que viajó exclusivamente para verlo correr por primera vez en su vida, esa misma tarde los espera un vuelo a New York para festejar el cumpleaños de él, cumplirá en dos días, 24 años, espera regalarse un buen resultado, su madre mientras le escapa a una revoltosa bandera con la leyenda del Ídolo local Gilles Villeneuve lo saluda agitando las manos y tirándole besos de manera tan desenfrenada como una adolescente frente a su estrella de Rock.

Él sonríe dentro de su casco y le guiña el ojo, mira arriba de la cabeza de su madre la bandera que la cubre y piensa, Si en lugar de Gilles, yo hubiese perdido la vida en Zolder, los diarios apenas me hubiesen dedicado una línea, dice y sonríe resignado

La grilla se va disipando, quedan solos los competidores con sus maquinas y la feroz lucha interna consigo mismo, con sus miedos, con sus inseguridades y con el mínimo común máximo de ser más rápidos que los otros, más valientes que los otros.

El semáforo se enciende con una luz roja cegadora, una luz roja violenta. Pone primera y un sacudón a su espalda le avisa que la marcha entró donde debía entrar, mantiene el régimen de revoluciones del motor lo suficientemente alto para que no se ensucie, la luz roja sigue desafiante, incitando a cada uno de los competidores que se atrevan a mover un milímetro la trompa de su autos del cajón de la grilla.

Cuando los embragues, rojos de desesperación parecen fundirse, la tan ansiada luz verde apareció en todo su resplandor , el pie derecho de Riccardo es un yunque que castiga al acelerador con bronca, lo pisa como si quisiera enterrarlo en el asfalto y como si hubiese estado a punto de pisar una víbora venenosa el izquierdo salta del embrague en un santiamén , el FA1C da un brinco hacia adelante con sus 1200 caballos tirando todos para el mismo ladomientras las cubiertas traseras mordisquean la pista en su afán de no perder milímetro alguno.

Pironi, ante la demora bestial de la fatigosa luz verde, clava el motor de su Ferrari y esta se empaca plantándose en su sitio como un niño que no quiere ingresar al jardín de infantes si la madre no le da el chupetín prometido, los monoplazas empezaron a pasar a su alrededor, esquivándolomilagrosamente. Hasta que el March 821 de Raul Boesel, que salía vigésimoprimero, rozó levemente la rueda trasera izquierda del Ferrari. Geoff Lees impactó con su TheodoreTY2 con Boesel, mientras Jochen Massespantado por no verse envuelto en otra tragedia frena con fuerza y es atropellado por el ATS D5 de Eliseo Salazar, Mass cuando bajó de su March ileso al escapar nuevamente de otra catástrofe, miró los ojos de la desgracia haciéndole Fuck you con las dos manos.

Riccardo Paletti. Atrás de ellos, acelera con lo que tiene , con todo lo que su Osellaentrega, engranó primera, aceleró y pasó a segunda, lo lleva en segunda tirando 11.000 vueltas y en un solo movimiento embrague, palanca de cambios y acelerador mete la tercera alcanzando los 180 km/h.

De reojo vigila el régimen de revoluciones para cambiar en el momento exacto en que el motor sin aire le pida un respiro y así entregarle la cuarta velocidad para alcanzar los 220 KM/h en plena recta.

Transita la recta en tercera a fondo, sus ojos orbitan entre la palanca de cambio y elcuenta revoluciones, cuando alza la mirada antes de colocar la cuarta ve el plateado alerón trasero de la Ferrari de Pironi que lo espera firme como la guadaña de la parca espera a su excomulgado.

Un golpe duro lo frena en seco y desplaza al Ferrari a la izquierda con violencia lo suficientemente fuerte para que el manto negro de la Parca se deposite sobre el maltrecho Osella., la carrera se detuvo.

En un primer momento todos esperaban que Riccardo baje de su auto por sus propios medios, Didier, sabiendo que no podía soportar otra cruz en su espalda fue a su ayuda, quitó un pedazo de trompa y se lanzó en un solo movimiento en pos de la ardua tarea de rescatar a su colega quien estaba aprisionado entre la butaca y el volante, ya que la barra de dirección se desplazó hacia tras, en ese momento la imprudencia mezclada con desesperación llevó a un auxiliar a emplear una amoladora para cortar dicha barra, fue ahí y por la fisura de los tanques de combustible que las chispas se encargaron de abrirle la puerta a la desdicha,una enorme bola de fuego devoró al Osella ,Didier aterrado mientras escuchaba los gritos desgarradores de la madre, vio por sobre los hombros de Riccardo a la muerte que lo arrancaba del auto para llevárselo para siempre, la muerte tironeaba con una mano a Paletti mientras que con la otra le tiraba puñetazos a Didier para mantenerlo alejado.

Pironi, que ya la había visto un mes atrás en Zolder no le tuvo miedo , jamás le tuvo, manoteó un extinguidor a un bombero y empezó a pelearle de igual a igual a la parca, era una lucha sin cuartel, por un lado el francés con el respaldo de la vida sudaba y vaciaba el extinguidor, por el otro la muerte con sus enormes garras daba risotadas mas y mas fuerte devorando hasta el últimosuspiro la vida del piloto Milanés, hasta que finalmente y con el dolor a cuestas, Didier se dio por vencido, tiró el matafuegos a un costado y resignado y con culpa, buscó con la mirada entre la multitud de la tribuna a la madre de Riccardo para pedirle perdón, para disculparse por no habérselo podido salvar, la Madre aferrada al tejido con sus dos manos lloraba afónica por el desconsuelo ,los ojos de ellos se encontraron , se miraron, ambos ojos estaban rebalsados en lagrimas.

La historia cuenta que Didier y la Parca se encontraron por tercera y última vez en la Isla de Wight, el 23 de Agosto de 1987 pero en esta ocasión Pironi no se enfrentó, no opuso resistencia, simplemente le dio la mano y le dijo ¿Tengo que tener miedo? A lo que la muerte al mirarlo en silencio por dos segundos le dijo, mientras le daba la mano, no, no un hombre como vos.

Sentado en la comodidad de su residencia de Mónaco, un joven de 24 años mira lo sucedido en la largada del GP.

Recordó su último encuentro, con él, fue en Silverstone, un año atrás.

Como siempre alguna díscola pieza del Osella no había querido permanecer en su sitio y una vez más la resignación hizo que contemple las pruebas al borde de la pista, su amigo se acercó, su Onix de F2 también por una falla eléctrica se detuvo en el mismo sitio que él.

Dios, que ya tenía pensado llevárselo de este mundo demasiado pronto quiso regalarles a ambos un último encuentro, allí, los dos jóvenes pilotos entablaron una charla sincera, de respeto mutuo, reciproco, uno dejaría el equipo ese año, Las peleas constantes con Enzo Osella por usar su aporte personal para saldar deudas y no trabajar en mejorar el auto, las tentativas desesperadas al borde del suicidio para pasar las Pre-Clasificaciones, siendo casi siempre inútil, lo habían agotado.

El otro presionado por su auspiciante ( Pioneer, del cual su padre era el representante en toda Italia) daría el salto sin estar seguro, sin quererlo, sin estar preparado, uno se iría, el otro llegaría ocupando su mismo auto, por último, un apretón de manos y un consejo fraternal.

Riccardo, haceme caso, hacé un año más en F2, la Fórmula 1 de por si es peligrosa y más en este auto, más en este equipo. Créeme, cometí el peor error de mi carrera, quemé mi permanencia en la F1. Por correr para Osella, No hagas lo mismo. Una mano extendida, un gesto de resignación por parte de Riccardo que jamás olvidará.

En ese momento, Beppe Gabbiani, se levanta apaga la tele, sale al balcón y mientras contempla el Mediterráneo comienza a llorar, sabe que lamentablemente tuvo razón, Riccardo no debía haber corrido ese año en F1.

Desde el más allá, Paletti con su entrega impulsó a su amigo Mike Earle dueño de Onix que morir en aras de una pasión no siempre es honroso, esté, al ver que su piloto Emilio de Villota estaba llevando su Marchdonde nadie, tan solo una semana después de la perdida de Paletti, se acercó y le dijo.

«En cuanto todos los equipos más fuertes han puesto neumáticos de clasificación, nosotros ya no tenemos ninguna opción. Creo que estás frenando más tarde que nadie en la curva Tarzán y veo que te vas a matar por intentar algo que es imposible. Después de lo de Riccardo (Paletti) me voy a sentir responsable si no te digo que estamos perdiendo el tiempo».

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