Pantera negra

Negra, altiva y felina

paseaba los tormentos de otros, cada vez que se movía.

No tenía vergüenzas 

era totalmente agresiva.

En sus estrecheces enfundada

las caderas al son movía.

Era carnaza fresca 

para cualquiera que la veía.

Llevaba colores varios 

calidos y bravos.

Dictaba sus deseos 

dentro de sus términos 

que eran sus dominios.

Y al que todos llamaban

la banda de «Las Gatas».

A ella le decían «Pantera negra»

mas que un mote era

pues nadie sabía 

como de verdad se llamaba.

Era el sueño húmedo 

de todos los muchachos

y en especial de dos.

Jefes ambos de las dos mayores bandas

que en la ciudad se podían hallar.

La tribu de » La araña» amigos de la muerte eran

y nada les asustaba

con los » Diablos» estaban en guerra.

«Los diablos» los otros eran.

Hacian sus vidas ambas

lejos la una de la otra.

Cada vez que alguno se veía

la media vuelta se daba.

Sus límites acababan

en las calles de » Las Gatas».

Ellas llevándose bien con ambas 

de todo sabían pero nada hablaban.

Yo era muy amiga

no de » La pantera»

pero si, de su hermana.

Ella me lo contó todo 

con aire misterioso.

Sucedio un impávido día 

en los que nada ocurría.

Pero según sucedió todo

poco a poco, cambió.

Se oyeron noticias 

de que una fiesta se daba.

En las oscuras colmenas 

de la grasienta fábrica.

En la que años hacia

que no sé trabajaba.

Fiestas colosales se daban 

se reunían todos 

se ponían de todo 

y siempre acababa 

con cantos de sirenas 

que al cielo cantaban 

que habían apuñalado a uno

o que a otro se lo habían llevado 

victima de un mal pico

o por beber demasiado.

Todos para la noche se preparaban.

En las desiertas galerías 

segun acababa el día 

se iban formando grupos de chicos.

Todos iban vestidos 

segun el color y el aspecto 

que el grupo era pretendido.

Con voz hueca y profunda 

un » Diablo» le dijo a una «Araña».

Que vendía cara la vida 

pero por amor la daba.

Que era » La pantera negra» su vida y a cualquiera se lo demostraba.

Insoportable y triste día 

que no acababa.

Mostraban las ruinosas fachadas

las pintadas de la banda que dominaba.

Aunque allí no peleaban.

Por ser bendito monumento 

dirigido al entretenimiento.

Pero ese día tuvo entrada 

la discursion más acalorada.

Al termino de eso 

desnudaron los aceros.

Junto a una reja de hierro 

a la par de un formidable juramento.

Fria hoja, caliente río 

se juntaban dando acento 

a lo ahora conocido.

«La araña» convertida en muerte

al «Diablo» mató.

En un tajo certero

un aullido, un tormento.

La vida de un chico acabó.

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