Cómete los secretos que esconde debajo de su almohada.

Bebe el jugo de su nombre y luego 

llena de palabras mudas el muro que los separa,

Invítalo a comer de tus ojos y

cuando llegue la tarde, inúndalo de viento y primavera.

Pero luego, cuando la oscuridad de la noche

se asome por tus manos, mátalo en silencio,

porque no hay peor mal que aquel que se disfraza de curandero.

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