Sollozos al leer en el artículo citado una macedonia de ideas ahogadas en un torbellino de conceptos arremolinados sin más, claro ejemplo del deterioro digital de nuestro pensamiento. Una receta que más bien recuerda al ‘León come gamba’ de Masterchef.
Ceguera ante el juguete. Sin duda, semejante fórmula culinaria resultaría menos indigesta y, sobre todo, menos embrollada que este maremágnum de formato y contenido. Se confunde la evolución de soportes –saltándose algunos imprescindibles– con la propia escritura, su formato y su contenido en la defensa de la involución del lenguaje escrito, del propio pensamiento. Este retroceso se nos presenta como una supuesta revolución, al igual que los nuevos populismos abogan por erradicar el fundamento de los derechos humanos para adecuarse al nuevo siglo como si perder lo conseguido supusiera progreso alguno. Sí, afirmaciones tan hiperbólicas como el texto de referencia y su ilusión.

Centrándonos en los emojis, obviando la dispersión de la concentración en vídeos o sonidos hiperenlazados, acostumbro a saludar con los emojis de un sombrero de copa o una taza de café en aplicaciones como WhatsApp o Telegram a modo de saludo. Quienes me conocen saben que es un gesto cortés como inicio de conversación que procura evitar ser intrusivo.
Sin embargo, en personas con las que mantengo poco contacto o estoy iniciando una relación sentimental ha provocado numerosas confusiones o enfados. La más habitual e inocua es la que interpreta la chistera como un referencia a un número de prestidigitación en vez de una salutación caballeresca. Esto ha dado pie a divertidas conversaciones o embarradas discusiones ante la falta de paciencia de mi interlocutor por tener que interpretar mis intenciones con tan pocas pistas. En realidad, a mí me retrotrae a otros siglos más gentiles, que no menos despiadados, o a Tip.

Este ejemplo evidencia no sólo mi carencia expresiva o mi pereza sino la limitación del lenguaje con imágenes del que tanto se abusa en los chats o las redes sociales. ¿Esto es un nuevo lenguaje, un avance comunicativo? Salvando ejemplos como los lenguajes jeroglíficos o los ideogramas, ya que tanto apasiona lo asiático, las imágenes han sido primordiales en sociedades analfabetas. Así se explicaba en Evangelio en capiteles y retablos a una población iletrada. ¿Queremos volver a ello?

Aunque las imágenes son poderosas herramientas de comunicación por su capacidad para transmitir emociones, carecen de la profundidad de la palabra para expresar pensamientos complejos debido a su falta de precisión y contexto, sus limitaciones en la representación de conceptos abstractos o la incapacidad para expresar matices y sutilezas.
Las imágenes pueden ser ambiguas y abiertas a interpretaciones diversas -a kilómetros de diferencia del lenguaje verbal-, incapaces de transmitir información específica o detallada de la misma manera ser malinterpretadas sin el acompañamiento de texto o explicaciones adicionales. El contexto es fundamental para comprender completamente el significado de una imagen.
¿Cómo explicar conceptos abstractos como la justicia, la libertad o la igualdad con imágenes? ¿Un emoji posee la capacidad de expresar matices, emociones sutiles o pensamientos complejos? ¿Significa siempre lo mismo una imagen o puede variar según el contexto cultural del espectador?

Con este abuso, se vende la falsa apariencia de que los hábitos digitales enriquecen la comunicación cuando realmente la empobrecen para generar una sociedad pueril y perezosa cuya máxima expresión cultural es un perro que aúlla en cualquier momento y lugar.
La cultura digital, ante el espejismo tecnológico, no ha mejorado nuestra comunicación, en su más puro origen etimológico, sino que ha disminuido la calidad y la efectividad nuestros mensajes.

En esta comunicación es común el uso de abreviaturas y jerga, que pueden ser prácticas para mensajes rápidos pero también ocasionan una pérdida de claridad y precisión en la comunicación además de resultar excluyentes porque el uso excesivo de abreviaturas puede dificultar la comprensión para aquellos que no están familiarizados con ellas.
Sin ser muy puristas, nos encaminamos al dramático deterioro de la ortografía y la gramática, descuidadas en beneficio de los pocos pulcros. Vayamos a la oficina o a clase sin ducharnos durante días. ¿No resulta más sostenible este ahorro de agua o eficaz en aprovechamiento del tiempo? Nos abocamos a una comunicación menos clara y profesional, prestos a desfacer entuertos en constantes malentendidos entre los interlocutores olvidadas sus funciones prácticas más allá de la nota en el colegio.
Emojis y emoticonos tal vez agreguen expresión y emoción a los mensajes, pero no suponen un avance del lenguaje ni de la capacidad narrativa, más allá de los fuegos artificiales, sino que su abuso desemboca en una comunicación superficial, poco clara y (de)forma personas incapaces de expresar emociones y pensamientos en palabras. Si le da un infarto al leer estos exabruptos, envíeme el icono de la ambulancia y ya veremos cómo lo interpreto. ¿Le confiará su vida a un emoji?
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