Era una noche tranquila, fresca pero sin viento, y aunque las luces de los faroles estuvieran apagadas, la luz de la luna llena iluminaba con vastante claridad el camino, solo oscurecido por las sombras de los árboles a los lados.
Regresando a casa, despues de un partido de fútbol con sus amigos, Matías, con su pelota de futbol bajo el brazo, recorría la oscura calle que atravesaba el lado trasero de varias casas, y aunque ya era tarde no se preocupo demasiado ya que el día siguiente era domingo y no tendría clases.
Mientras caminaba con calma, pues era común para el recorrer ese camino, empezo a escuchar un extraño ruido.
«Creak, criak, crack». Era el sonido de algo rasgando la tierra.
El inquietante ruido parecia venir desde su espalda, sintiendo el inicio de lo que solo podía describirse como nervios y ansiedad, Matías se dio la vuelta para poder observar que hacia ese ruido a sus espaldas.
Oscuridad, eso fue lo único que vio, el ruido parecia venir desde una parte de la calle donde los árboles proyectaban sombras debido a la luz de la luna.
«Grrr». Escucho esta vez Matías, era un gruñido, perceptible solo gracias al silencio de la noche, y fue en ese momento que lo vio.
Dos orbes brillantes como la luna que lo observaban desde cerca del suelo.
Con miedo ante lo que pudiera ser o hacer esa criatura de ojos de luna, Matías comenzo a retroceder con lentitud, usando toda la calma que pudo reunir.
«Grrr, grrr». La criatura debió darse cuenta de que se movía pues comenzó a gruñir con más intensidad, y a rasgar la tierra con mas fuerza. «Creak, criak, !Crack¡».
Matías, con más miedo del que alguna vez habia sentido, decidió darse la vuelta para comenzar a correr, pero antes de que lo hiciera vio algo que solo logró asustarlo aún más, el par de ojos de luna, que estaba cerca del suelo, comenzo a elevarse hasta estar al menos a dos metros de altura, como si su dueño se hubiera erguido en toda su estatura.
Sin querer descubrir que había en las sombras, Matías se dio la vuelta por completo y comenzo a correr de forma desenfrenada hacia el final del camino donde laz luces de los faroles alumbraban y donse de ubicaba su casa.
«¡Grrr!». Escucho antes de sentir como la criatura a sus espaldas comenzaba a moverse tras él. Corriendo con todas sus fuerza Matías era incapaz de pensar en nada más, solamente desesperandose más conforme sentía como la criatura se le acercaba.
Fue entonces, sintiendo a la criatura sobre él que recordo el balón en sus brazos, con miedo y desesperación, arrojo el balón a su espalda con tanta fuerza como pudo, esperando al menos distraer al ser de ojos brillantes.
«¡Pam!». Con gran fortuna, la criatura pareció haberse distraído con el balón pues parece haberlo mordido y reventado, y comenzar a sacudirlo de un lado a otro con salvajismo.
Matías decidido a no desaprovechar esta oportunidad corrió con toda la fuerza que le quedaba hasta que por fin llego al final del camino y con prontitud entro a su casa cerrando la puerta tras de sí.
«¿Mati?». Escucho llamar a su hermano desde adentro. «¿Estas bien?¿Qué pasó?»
Fue incapaz de responder, mientras se recostaba contra la puerta y respiraba con agitación y sentía su piel, palida y sudorosa de correr, erizarse de frío y miedo.
«¡Auuuu!». Escucho provenir, con un sobresalto y gran alivio, desde bastante lejos de su casa, mientras aún veía en su memoria esos ojos de luna entre las sombras.
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