A mi madre querida.

En la orfandad de tu ausencia, mi corazón yace.

Lo sé, soy mayor, demasiado mayor para mi sentir huérfano, pero es que mi alma alberga una herida que desgarras.

Palabras huérfanas y lágrimas vivas.

En el eco del vacío, donde antes morabas.

Me dejaste huerfana, el día en que te aferrabas a la vida a lágrimas viva, huérfana de tus caricias, huérfana de tus palabras, huérfana de tu amor. En la oscuridad de la noche, en el susurro del viento, en el eco de mis pensamientos, solo encuentro la ausencia de tu presencia, la falta de tu amor que una vez me iluminó y el único que me abrigaba.

Soy una vagabunda buscando en el jardín de la vida el néctar de un amor que me eleve como solo tú sabías hacerlo.

Soy huérfana de mi único barbitúrico que calmaba cualquier dolor.

Me quedé sin faro que iluminara mi puerto.

Huérfana de llamadas, en la oscura noche de mi alma, donde el eco frío del abandono hiela mis pensamientos, esperando en vano el consuelo que me brindaba tu voz cálida, y en el timbre de la mía, hallabas los secretos que las palabras callaban.

En la cruel danza de la vida, presencié el desgarrador espectáculo de tu aferrada lucha por vivir, aún siendo a pleno dolor, tus lágrimas inundaban mi corazón. Sentí el dilema eterno entre dejarte marchar y el anhelo de que nunca te fueras. Pero tu dolor, tan agudo y profundo, dolía tanto que era ser egoísta querer atarte a esta vida de sufrimiento.

Siento un dolor profundo por haber soltado tu mano en tu último momento en esta vida , tuve miedo por si solo recordaría el frío abrazo del hielo. Pero ahora comprendo que, en realidad, dejar partir tu mano significaba desgarrar mi propio corazón con el fuego del arrepentimiento, en lugar de enfrentar el frío abrazador de tu ausencia. Lo siento mamá, aún reverbera el dolor de aquella decisión tomada con el corazón afligido. En el eco de tu corazón sabes que te fuiste con el mío. 

Si pudiera, ataría tu mano a la mía con un lazo eterno, lo último que deseaba era recordar tu mano gélida… ¿Quién me dijo que al partir, el calor se desvanece? Deberían encarcelar a aquellos que me enseñaron a temer ese último y cálido frío. Si pudiera desandar los senderos del ayer en busca de lo que una vez fue, mi mano se aferraría a la tuya hasta que tu alma emprendiera vuelo. Duele tanto recordar ese momento… La intensidad de mi dolor de soltar tu mano se perpetuará en cada uno de mis días.

En la desolación de mi ser, huérfana de esperanzas, anhelaba tu presencia en algún rincón del universo. Si hallara tu rastro, el frío vacío que me consume se disiparía y la esperanza renacería en mi corazón.

Desgraciadamente sé que no hay morada para nadie en ningún rincón de de la eternidad, de existir serías mi sereno, guiando mis días y ahuyentando las sombras de aquellos que pasan por alto mi esencia.

Gracias, madre querida, por ser el faro en mis tormentas, por amarme sin condiciones y acoger cada cicatriz como una joya en mi ser.

Celebro tu ser, mi madre de mi alma mía, como el regalo más sagrado que el universo pudo otorgarme.

Si en algún lugar estás, por favor sé mi centinela

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