Lo que tú quieras soy.

Cuando te digan que no encuentro mi lugar, hazles caso, créeles. Cuando me señalen, no sientas pena, alzaré la cabeza. Pues no tengo de que esconderme. Y que culpa tengo yo de ser el centro de la diana y no la flecha. De ser el viento y no las hojas que se mueven a su merced. Impredeciblemente predecible, sabía que iba a volver a pasar. Que el destino me la iba a volver a jugar. Ríanse quienes quieran, apuesto a que lo hace a mi favor. Pues intento ser la calma del oceano y la vida me estremece hasta que siento las tormentas, la tormenta que yo misma soy. Y en medio del caos, sonrío. Parece que me estoy volviendo loca, aunque no voy a mentir, ya lo estaba. Mi esencia se marchita cuando pierdo la locura. En esos momentos que intento pasar desapercibida o bien de puntillas, todo empieza a derrumbarse. De una manera un tanto maquiavélica, pero incluso en esa oscuridad logro ver la luz. Como si de un rompecabezas se tratase. El tiempo se detiene hasta que mi brújula vuelve a tener un rumbo. Y entonces, todo vuelve a su lugar. Mi corazón vuelve a latir pero no por nadie sino por algo mucho más grande que amar solamente a una persona. Que sensación tan maravillosa sentir que formas parte del mundo. Y que el mundo tiene algo para regalarte. Vivir siguiendo las huellas que deja para mí el destino. Desprenderse de todo egoísmo y echarse sobre los brazos de la incertidumbre. Esa que ciertamente e inevitablemente siempre me sorprende. La magia existe solo para quienes aprender a verla, deshaciéndose de cualquier miedo. Vida nunca dejes de guiarme, no me perdones que algún día me vuelva cobarde. Sigue destrozando todo a tu paso para que nunca pierda la fe en ti y llegue a poder conocer sin límites lo hermosa que es esta vida.