Para no inventarme nada, he buscado en internet una definición sencilla y fácil de comprender de lo que significa ser una persona «yoista» y que transcribo a continuación: «Quiere decir que la tendencia a no escuchar con atención al otro y saltar inmediatamente a tus emociones y sensaciones hace que la conversación sea unidireccional y egocéntrica. Basada en ti, tus experiencias, necesidades o intereses. Si esto nos ocurre estaremos muy cerca de ser una persona yoísta».
Pienso que tiene mucho que ver con el egocentrismo, el ego, el yo, que nos lleva a girar en torno a nosotros mismos como si no existiera nada más fuera de nosotros. Esta corriente o como queramos llamarlo, está instalada en muchas de las personas de nuestro entorno que forman parte de la sociedad en la que vivimos.
El yoísmo no solo nos lleva a darle más importancia, más valor a lo nuestro o a lo de los nuestros que a lo de los demás, sino que poco a poco nos va volviendo personas más egocéntricas, más centradas en nuestro yo en nuestras cosas, alejándonos de las cosas y circunstancias de los demás, no sabiendo valorar lo bueno que tienen las personas, lo que nos cuentan, lo que ellos consideran importante.
Rápidamente saltamos como un resorte para dejar claro que «aunque me digas que tu niña baila bien y que…» te voy a cortar para decirte que la mía «monta muy bien a caballo» sin dejar que termines la frase. Si me cuentas que tu hijo o hija ha «estudiado un grado superior de…» te voy a cortar diciéndote que mi hijo o «mi hija está comenzando la carrera de…» y así con todo, lo nuestro siempre va a ser mejor que lo de los demás.
En las relaciones sociales, en las reuniones de amigos o de empresa, de padres o madres en el Ampa del colegio quedará claro que vamos a intervenir para dar la mejor solución, por supuesto mejor que las anteriores porque se nos hace muy complicado callarnos y escuchar, admitir que hay otras opciones igualmente válidas que las nuestras, pero para eso tenemos que abandonar el yoísmo, dejar de girar en torno a nosotros mismos como lo único válido.
Podemos tener la impresión de que todo el entorno se está contagiando como por ósmosis del yoísmo y que se está instalando en las capas más bajas y en las más altas desde hace tiempo. Muchos de los problemas, a nivel personal, de pareja, de relación con los hijos, con los vecinos, con los compañeros de trabajo, en la política, tienen su raíz en el yoísmo. Nadie es capaz de admitir que hay personas, cosas, ideas, planteamientos, iniciativas, formas de pensar igual de buenas que las nuestras o incluso mejores.
Nuestro egocentrismo (yoísmo), no nos deja, diría que nuestra soberbia, a veces nuestra prepotencia nos ciega y no vemos más allá de lo nuestro. Hay mucho camino por recorrer hasta llegar al destino, ser personas sencillas, empáticas, capaces de escuchar a los demás, dejarles hablar, felicitarlas por sus logros, valorar sus pequeños o grandes éxitos o el de los suyos, falta mucho camino por recorrer para llegar a ser humildes. Somos lo que somos, tenemos lo que tenemos, nuestros éxitos o fracasos son los que son, y si tenemos algo que mejorar pues nos ponemos manos a la obra.
Las personas yoístas nunca van a reconocer que carecen de algo, tienen lo mejor, son lo mejor en todo, tienen las mejores ideas, los mejores éxitos, siempre lo van a dejar claro, no tienen nada que cambiar a diferencia de los demás (soberbia).
Termino esta reflexión animándome a seguir luchando cada día por ser mejor persona, por cambiar aquello que no va bien o que perjudica a los demás, por escuchar un poco más a los demás con una escucha activa, por estar a disposición de lo que necesiten los demás, por hacer todo lo que pueda para hacer felices a los demás.
Se que puede sonar un poco extraño todo esto. pero pienso que es la base para que podamos cambiar el rumbo que está tomando este mundo en el que vivimos, a nivel personal y colectivo, pequeñas aportaciones que produzcan el efecto onda y haga que otras personas, al menos se lo planteen.
Muchas personas se quedan en sus propios problemas y no salen o no saben salir de ahí, quizás si cayeran en la cuenta de que hay vida más allá de ellos mismos, sus problemas desaparecerían.
«Siempre alegres para hacer felices a los demás.»
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