Cerrar el círculo, hacer balance, mirar atrás, pensar, recordar… Un año de complicidad, de cariño, de sueños cumplidos y por cumplir, de silencios más descriptivos que las palabras, de convivencia, secretos, conversaciones a la luz de la lámpara y caricias bajo las mantas del sofá. Cerrar el círculo, completar la catarsis, exprimir el placer al máximo, pensar en el futuro, en los paisajes del mañana, en el viaje a la tierra de la magia y la imaginación, vivir en el presente la suavidad de los besos que nos damos antes de dormir. Vamos de frente, sin frenos, sin nada que temer y con todo que ganar, derribando muros, abriendo puertas y sumergiéndonos en el mundo del mañana juntos, de la mano, fundidos en un abrazo. Quiero beber del viento que emana de ti, absorber la luz que irradias cada domingo por la mañana, sentirme en casa cada vez que se rozan nuestras pieles, mirar por la ventana y ver La Alhambra.
Cerrar el círculo después de un año. De doce meses y once historias en las que he pretendido resumir, sin ser capaz de describir, los pasos de gigantes que hemos labrado, las barreras que hemos tirado y las metas que hemos construido. Quiero más canciones, más 8M, más cielos teñidos de morado a tu lado. Quiero más. Este escrito pone fin a un conjunto de relatos que, como sucede siempre, no sé acabar. Pretendo estar a la altura, cumplir con lo que se espera de un buen final pero, una vez más, surge el miedo a no saber explicar. Hay en esta tarde del 29 de abril un aura extraño en el cielo de Madrid, un cielo nublado que, sin embargo, siempre me ha ayudado a estar inspirado. No puedo competir contra ese yo del pasado que escribía las Historias de un 14 de abril pensando en arroparme con Tu Calor mientras me dirijo Hacia un nuevo horizonte. Pero lo voy a intentar porque, al fin y al cabo, el círculo se ha de cerrar.
Te escucho cantar como Ulises lo hacía con las sirenas. Estoy embelesado y me distraigo, como el aburrimiento que se apodera de mí los días en los que el primer beso tiene lugar demasiado tarde. En la retina están grabados episodios de antaño… Sí, los de hace un año. La nostalgia, esa buena de la que siempre hemos hablado, sigue ahí, dibujando con sonrisas los paseos por Moratalaz, las primeras cenas o el primer Te quiero. La hucha de recuerdos sigue llenándose sin esperar a romperse pero haciendo hueco a todo aquel que quiera entrar y convertirse en un inquilino fiel. Paso a paso, con la equidad por bandera, he logrado dar el paseo más largo jamás recorrido. Y lo he hecho cogido de tu mano, entrelazando ideas, cariño y ternura con tus palabras resonando dentro de mí una y otra vez, día tras día. Se ha cerrado el círculo.
Hablan los dioses envueltos en sus mejores galas. ¿Su conversación? Tú y yo. Hemos conseguido atraerlos y despistar al que ya no está, al que se empeña en separar con olas de discordia, al mismísimo Hades, que mira impotente desde lo más abajo. Vienen a mí los versos que cantas mientras danzas en el salón, mientras susurras amor caminando por los pueblos rojos de Segovia, mientras luchas contra tu propio ser para convertir el llanto en furia… Hablan los dioses en un vago susurro, atentos a lo que vamos y tenemos que decir: Te quiero, bichito. Cerrar el círculo, planificar, comunicar, apostar por lo justo, lo longevo y la confianza; bailar, cantar y beber para poder decir, en 2025, que lo que hay atrás solamente responde a un principio: amor. No puedo contenerme ni resistirme y, al más puro estilo presidencial, confieso que tu nombre está inscrito en cada centímetro de mi cuerpo, con el corazón moviéndose al compás de tu andar.
Cerrar el círculo, querer acabar este relato y continuar. Ir a por más con la brújula del cariño guiando nuestros pasos a través de la tormenta en la que a veces se convierte la vida. Si lo inherente es inevitable, afirmo que no voy a dejar de quererte porque, ahora, un año después, estoy convencido de que nació conmigo. Ya no hay miedos, los temores disfrazados de sombras en la oscuridad que antes atenazaban mi cuerpo se han marchado mientras tú, noche tras noche, te acercas esperando a que te bese una vez más. Duermo bien, sí, y es que los desvelos ocasionales se tornan plácidos cuando compruebo que sigues imbuida en tu particular mundo de sueños. Sigo firme, avanzando y con el paraguas que, aunque llueva, repelerá las gotas de agua que antes surcaban mis lágrimas, confundiéndolas entre la gente y minimizando los desafíos que supone comprometerte con la salud mental.
Un año, cariño… Un año. Sé que, una vez ponga punto y final a este relato, dará comienzo la segunda de muchas partes que, en la eternidad, se juntarán en algún parque a jugar y a repetir, orgullosos, que una vez fueron parte de algo inefable. Felices, repetirán de forma constante que sí, que fueron testigos de cómo el círculo se había cerrado a su alrededor y de cómo la P y la A se habían dispuesto a crecer, a vivir una realidad que, a tu lado, mi amor, dista mucho de ser lo dura que un día fue. Un año… Y vamos a por otros muchos más.
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