Y los ojos claros se hundieron en mi pecho.

Ahogando un suspiro atravesó ni silueta esa voz angelical, ese día fui conquistado, no sé si es bueno o es malo pero la locura febril enquistada en mi ser me condujo a un abismo oscuro. El néctar de las flores me hacía saltar de flor en flor y una de ellas de naturaleza impredecible sorprendió mi jactancioso ego. Pedí clemencia a los dioses y blandiendo improperios y maldiciones, olí mi fracaso. Que importa. Nadie jamás nació diestro en las artes del sentimiento. Pero una lágrima me despertó una tarde. Una caprichosa. Una que me dijo lánzate al vacío y no vuelvas atrás, aunque una voz interna te implore silencio. Esa noche divagando mi alma entre tantas trivialidades Morfeo me quitó el sufrimiento con sus píldoras mágicas.

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