Las bragas de Laura (Cuarto capítulo)

Las bragas de Laura (Cuarto capítulo)

Mientras los días pasaban y las emociones se iban calmando, Laura había regresado a trabajar en su oficina, donde tenia pocos amigos, mas bien eran conocidos que estaban a su alrededor, abogadas y abogados, jefes y hasta policías que realizaban trámites judiciales o consultas.

Cierta ocasión le tocó cubrir la ausencia de una de las personas que despachan los documentos para llevar a los juzgados, y allí conocía de primera mano todas las argucias que se utilizaban para direccionar o restringir el tramite normal de un caso específico.

Eso le servía a ella para saber cuando y donde pedir la documentación que requería cuando tenía que defender un caso de algún desdichado ciudadano que había sido apresado y estaba por ser juzgado por algún delito, y no tenia los recursos suficientes para contratar un abogado particular.

En uno de esos casos, que debió atender luego de ese episodio donde le sucedió la descompensación con el detenido llamado Darío, Laura defendió a un humilde campesino que estaba siendo injustamente acusado de robo, por una persona que pretendía justificar su falta de pago de los haberes del campesino, al culparlo de llevarse herramientas que según él le pertenecían.

Laura demostró que no eran así las cosas y el acusador desestimó la demanda y tuvo que pagar al campesino sus remuneraciones salariales de ley. Esto conllevó a que un hijo del campesino la invitara a tomar un café como agradecimiento por defender a su padre.

Fueron a un establecimiento que quedaba a unos dos cientos metros del lugar de trabajo de Laura, se sentaron y pidieron un café y unos bocadillos, el camarero tomaba nota para no perderse con lo solicitado y casi al marcharse giro su rostro hacia Laura y le preguntó

¿Con o sin azúcar?

Laura sintió que el mundo se le congeló, sus manos empezaron a sudar, su cara se desdibujo por completo y salió corriendo del lugar, el hijo del campesino, así como el camarero no sabía que estaba pasando, porque la abogada había tomado esa actitud.

El hijo del campesino intento seguirla, pero Laura corrió tan veloz que parecía que alguien la perseguía, llego a su oficina, rápidamente busco las llaves de su auto y se fue sin dar explicaciones a nadie.

Manejó sin rumbo ni dirección, solo sentía esa sensación de alejarse del lugar, esa pregunta del camarero le trajo recuerdos muy intensos que la perturbaron por completo; luego de casi diez minutos al volante se tranquilizó y se parqueo en una calle poco transitada, reclinó el asiento y se acomodó hacia atrás con la intención de dormirse o por lo menos pasar la angustia que la atormentaba en ese instante.

El sonido de una sirena la sacó de su letargo, pues al parecer se había estacionado en zona prohibida y un oficial de transito le estaba indicando que se moviera, Laura se puso en acción rápidamente para evitar ser multada y que se dañe su historial como conductora.

Tomó camino a su casa, más recordó que era aún temprano y debía de llenar algunos formularios en la oficina, así que, regresó a su trabajo a cumplir con esos trámites, durante ese tiempo que llenaba los formularios, su mente estaba en otro lado, se preguntaba por qué se había alterado al escuchar esas palabras por parte del camarero del café, no encontró respuesta a sus pensamientos y siguió con su trabajo.

Llegada la hora de la salida, recogió su bolso, las llaves de su vehículo y se marchó a casa a descansar y a analizar aquello que le había acontecido durante el día. Por el alboroto que había sido su experiencia en el café, había olvidado responder un correo que le había sido enviado por parte de la policía sobre la investigación que días atrás había solicitado con relación al audio que le había enviado el hombre de la voz áspera y varonil.

Apenas llegó a su departamento, agarro su laptop y se dispuso a contestar el correo sobre el requerimiento, era solo formalidad, pues en realidad el texto del correo no decía nada que fuera relevante sino mas bien como un procedimiento de rutina por parte de los investigadores.

Tomó un baño, mientras cantaba su melodía preferida

¡Una gallina fina como yo, no es para cualquiera!

Se secó muy delicadamente todo su esbelto cuerpo y salió de la ducha, buscó entre sus ropas intimas una para ponerse, cuando de pronto descubrió que allí estaba su braga, la que había perdido o dejado olvidada en el baño del juzgado la tarde en que se descompensó, se quedó estupefacta y sin poder pronunciar palabra alguna, no sabía cómo ni cuándo había llegado allí esa prenda.

Desorientada y aturdida por la suma de cosas que le estaban sucediendo, decidió hacer yoga en su habitación para relajarse y tratar de olvidar todos esos acontecimientos y poner en orden las ideas.

Luego de unos veinte minutos ya estaba más calmada y se frotó crema sobre sus piernas y se metió a su cama para descansar, no sin antes colocarle seguro a su puerta, cosa que nunca lo hacía, mas ahora con el aparecimiento de las bragas olvidadas, ya no sentía confianza de estar sola y con la puerta sin seguro.

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