Querido amigo:

El tiempo nos ha ido confirmando que la escritura tiene vida propia. Evoluciona y se transforma ante los nuevos espacios. Hoy, son cada vez más esos espacios los que han tomado el protagonismo en la red. Espacios etéreos, virtuales, en los que las palabras se dejan mecer al ritmo de internet. Palabras que van y vienen, que hoy están y mañana…quién sabe. ¿Qué nos está pasando? 

Escribir es dejar huella en el presente, marcar una hoja de ruta que nos acompaña a lo largo del camino. Los medios digitales nos llevan hacia una primavera silenciosa. Ese bullicio del ardor literario, de la necesidad de escribir para ser escuchado, ya no está en las estanterías. El ruido ensordecedor, el murmullo de las palabras ya no está en el papel, no sale ya de la imprenta ni tampoco de la televisión. El «ruído» está en la tela de araña de esa red tejida que es internet. Enmarañada por los usuarios que despliegan sus miedos, sus temores y sus fantasías y deseos hacia la virtualidad del espacio exterior, cibernético.

Un espacio metalingüístico donde lo real, a veces, se confunde con lo ficticio a través de los emoticonos, las imágenes y los videos. Pensemos por un momento cómo podríamos expresar lo siguiente: «Juan viaja a caballo junto a su esposa, de la que está locamente enamorado, a un lugar remoto de las montañas». Y podríamos expresarlo a través de las imágenes sin llegar a perder su literalidad, pero ¿qué ocurriría con su sentido?

¿Qué ocurriría con la esencia que emana del texto en papel si desapareciese? La sutileza de las palabras y sus significados va perdiendo fuerza dejando paso a lo efímero, a lo inquebrantable de una ley no escrita que, a través de la imagen, lo juzga, lo denosta y lo limita. Se pierde esa capacidad de reflexión, de pararse a pensar antes de plasmar cada verso. El aquí y el ahora han despertado un mundo lleno de contradicciones; esa mirada reflexiva de los textos está desapareciendo ante la inmediatez que suponen las imágenes. La distracción de los hipervínculos nos impide centrar la atención en ún único objetivo y desvanece la mirada crítica. Una mirada sin profundidad, etérea, virtual.

El texto virtual no evoca, no profundiza en las sensaciones. Me basta una imagen para demostrárselo. ¿Son capaces de percibir toda la esencia que emana de un libro? 

– Escuchen atentos…

– ¿Lo perciben? ¿No? 

Quizás nos hemos dejado llevar por esa radical transformación de la(s) escritura(s) como algo moderno, algo «chic», pero hemos pasado de la comida gourmet a los precocinados y platos procesados, cuyo final último ya saben cuál es… 

Ahora permítanme acercarles sólo una pequeña parte de la esencia que transmite un texto en papel. Escuchen atentos lo que les sugiere el murmullo del pasar las hojas. Ya no necesitan oler el papel para sentirlo. Ese regusto que nos queda con cáda línea terminada, con el avance hacia el siguiente párrafo, con el paso de página.

No es que esté en contra del nuevo trasfondo que está adquiriendo la escritura «enriquecida». Si no, me negaría a llevar a cabo esta práctica de metaescritura. Pero seguramente, cada vez que usted se detenga en una de las imágenes, de los gif, vídeos y audios que he incorporado al texto, habrá perdido la noción del tiempo y, lo que es peor, quizás ya no recuerde ni siquiera de qué iba esto…

Bienvenido, si ha llegado leyendo hasta aquí, es porque esto le interesó, pero es igual de efímero que la escritura en internet, quizás mañana, ya nadie se acuerde de ella. Pero ese libro en papel, seguirá impertérrito en mi estantería, lo podré volver a releer en mis ratos libres, cuando la zozobra de los programas televisivos ya no me distraiga o en una fría y aburrida tarde de lluvia, junto a una chimenea, sentado en un confortable sillón, decida zambullirme en su agradable lectura, liberando los sentidos con cada paso de página…

Ebook vs Libro en papel

Javier F. L.


El papel nos recuerda de dónde venimos. Es una experiencia sensorial única, a la que un texto virtual, por mucho que pueda enriquecerse con imágenes, vídeos e hipervínculos, no alcanza.

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