Alma, nombre profundo para una agrofia, una puta de esquina, una bandolera joven de cuerpo y vieja de andanzas. Nacida en los arrabales de una ciudad teóricamente moral, con gente que sabe decirse buena cuando la conveniencia es necesaria, de esa gente que sabe manejar un índice aceptable de mentiras; es decir, que saben cuando mentir. 

¿Qué se podía esperar? En una ciudad donde el padre en secreto tiene hambre de la hija y la madre tiene hambre del cuñado y el cuñado tiene hambre del sobrino y el abuelo tiene hambre de las nietas y el cura de los críos de la escuela. En una ciudad así, Alma es una virgen. Alma es buena de alma y excelente comerciente, sabe cuánto vale, sabe su valor de cambio; papel moneda por unas cuantas caricias y el acto de yogar, la oportundiad de generar dinero para invertir en algo más. De vez en cuando práctica darse valor de uso: el placer y el gemido parecido a gruñido de cerdo estreñido de sus amantes, eso es un indicador de un trabajo bien hecho, de buenos comentarios y de pronto ser una marca en el mercadillo de las putas. 

Alma, no leyó a Marx y mucho peor a Smith, pero sabe que el amor es comunista y ella es capitalista. Ella es fiel creyente del mercado, el intercambio, la generación de plusvalías y que con plata hasta el perro es caballero. Sin plata la hermosura solo sirve para una cosa; ser puta. Empero con plata hasta la horripilancia hecha persona es diva y señora. 

El amor, solo existe para aquellos que pueden llevarse a la mesa tres comidas y tienen tiempo para pensar. Para los otros, eso no hay. Ese amor poético, de darse en beneficio de otro, del amor sacrificado y sosegado, eso es de comunistas. El amor capitalista, es ese en el que la supervivencia lo es todo, primero yo, después yo y finalmente yo. Los otros son herramientas, lo hombres son el instrumento de trabajo de Alma, son como lo es un computador al oficinista.

Alma, puta de profesión, por mercado la esquina cerca de la alcantarilla, por oficina la habitación, por escritorio la cama y por bolígrafo el condón. Alma, letras que no le van a la acción que le da razón a la existencia de esa vida.

Alma, así la bautizó la madre, señora entre señoras, dueña de burdel, secretos de estado y hasta el alza de impuestos pasaba por sus manos. Alma heredó lo dones de la madre, aunque si ella hubiera querido otra podría ser su historia, pero ella es fiel a la herencia familiar, sabe que si ella no lo hace, lo hará alguien más. Mejor ella, ella que no sabe hacer otra cosa que no sea yogar con cualquiera que le ofrezca dinero.

¿Qué dirá la sociedad?

Nada, el cura sabe cuándo vender la idea de Dios y cuando la del diablo, pero de vez en cuando se enscabulle en el burdel. La señoras fifis, saben cuando opinar de una puta, sin embargo cuando los maridos salen de viaje, saben cómo satisfacer sus gustos con jardineros y choferes. Los hombres acaudalados saben cómo poner en el hogar una mujer de bien y detrás de la cortina a una que sepa hacerlo bien…

Asi es esto, así es Alma, ella tomó sus decisiones y hoy tiene fama, una no tan grata, pero al final fama, dinero hombres y amor capitalista.

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