El cazador de palabras.

Luego de haber derramado más vacío con su pluma, comprimió un nuevo poema que ardió en su fogata.

Las palabras volaban como mariposas en un tornado dentro de su mente y con su red intentó atrapar unas cuantas. Las agrupó en frascos por colores, y así formando efectos visuales que lo calmaron por un momento, tristemente las observó morir como aquellas palabras en el fuego.

Ya habiendo incendiado sus pensamientos, volvió a tomar su pluma y nuevamente salió a la tormenta.

Al llegar a su hogar, comenzó a dibujar mariposas de un mismo color en cada hoja. Arrancó la primera con mirada desorientada y la comprimió con dolor, desechándola en un frasco que sumaba a tantos otros que había hasta por debajo de su cama.

Quedaba una última hoja, pero en ésta podía ver a las mariposas moverse. Volaban limitadas por los márgenes, pues dicho acontecimiento por fin había llenado su vacío.

Fue así que tomó el último frasco, salió corriendo agradecido por la resistencia de aquellas al no morir asfixiadas y quitó la tapa liberándolas para poder ser leídas.