El alma reclama aquello que fue robado,
mientras el corazón atónito
se encuentra en completa desolación
y los labios bailan al son de la desesperación.
Una bella sonata se escucha en los confines de la habitación
y el chico se conmueve con la danza de la depresión.
Bailen ojos, bailen el son, bailen ojos
este compás tan lúgubre que recita mi cuerpo, perdón.
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