Me asfixia, me quema el pecho. Es una sensación recurrente que aparece de manera espontánea. No tiene motivos ni razón de ser, pero está ahí. Duele.
¿Que si me gusta? Sufrir no pareciera algo antojable, pero admito que podría ser adictivo. Una obsesión tal vez, para los artistas, para los especiales, los diferentes, los que «no encajamos en ninguna parte». Ese especialismo nos divide de los demás a propósito. ¿Por qué ser común y corriente cuando se puede ser diferente, especial, mágico y único?
La nostalgia y la melancolía son amigas muy traicioneras, que si te descuidas un segundo te apuñalan. No se puede confiar en el dolor ni vale la pena, aunque se le puede sacar provecho. Sentirse miserable pareciera que trae regalos a quien lo padece, pero sólo es veneno.
Comparaciones, reclamos, resentimientos, decepciones y locura pura. Un cocktail suicida a borbotones.
Vete, vete lejos. Duele. Olvídate de mí. Haz de cuenta que no existo. Vive y deja vivir.
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