La condena de su verdugo.

La condena de su verdugo. 

Un semblante pálido lechoso como cicatrices de sus errores, océano de lágrimas disimuladas que inundan un verde iris, su condena el peor castigo, una soledad no elegida.

El que por siempre había sido su verdugo y al que nunca creyó perdonar, cierra su puerta cumpliendo su condena.
Mientras, él, cada día espera que el infortunado aproveche sus últimos segundos de compañía y se despida, y el niño mayor agacha su cabeza disimulando su pena y lágrimas de tristeza, su garganta se convierte en una angosta travesía donde la saliva inunda su tráquea.

¿Una condena desmedida? …. No lo sé – solloza El Niño

– !No! !Esto nunca puede ser justo! Cada error que cometemos debería ser una prueba para nuestra evolución, no un castigo. (Reflexiona Él, mientras se aleja).

¿Quién fue mi verdugo? – se decía mientras la velocidad le alejaba de aquella puerta cerrada a cal y canto, cada vez más rápido, ya que la velocidad aliviaba su angustia.

– Él fue la consecuencia de sus circunstancias, pudo elegir salir de ello. ¡Sí, pero no supo! no puede haber mayor condena que no saber salir de sus circunstancias. (Concluía El Niño adulto) 

Así que El Niño adulto se prometió restar la soledad condenada impuesta a quien una vez fue su verdugo.