La vida está llena de puertas.
Cerramos puertas, a veces con fuerza, a veces porque no queda opción.
Cerramos puertas porque queremos, o a veces nos gana el cansancio.
Cerramos puertas muchas veces sabiendo todo lo que perdemos, y otras, sin tener ni idea.
Cada puerta que cerramos es un camino menos por recorrer, o una piedra menos con la cual volver a tropezar.
Cada puerta que cerramos es una historia menos que contar, son besos que nunca vamos a volver a dar, son abrazos que nunca volveremos a sentir.
Esas puerta que azotamos son las más difícil de sanar. Son puertas que decididamente no se volverán a abrir ni por casualidad. Son puertas finales de caminos que adormecen los sentidos y endurecen el corazón.
La vida está llena de puertas, solo hay que saber que, si abrimos alguna equivocada, siempre estamos a tiempo de poder cerrarla.
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