Parabola de un volcan

Era dificultoso el respirar,

sobre cenizas de fuego,

que con lava de volcán,

achicharraba el suelo.

Cenizas que recuperaban,

su honra y dignidad,

palomas que de la nada,

se metieron al volcán.

Y cuando quiero soñar,

desnudo casi me encuentro,

pues tus labios de alquitrán,

rasuraban mis deseos.

Una vez abrí mi boca,

para expandir su lengua roja,

recostándome en la loma,

de una cansada potra.

El volcán que yo decía,

no era otro que tu boca,

!malnacido!, me decían,

las palabras que hoy evocas.

Y si tengo que fingir mi risa,

por cuanto me he atado a ti,

abriré soltando la brisa,

que recorre mi jardín.

Puedo llorar desalmado,

puedo gritar que te calles,

pero lo que me han enseñado,

no lo saben ni mis padres.

Algunos dicen que mi volcán,

es mi vida explosionada,

con polvera de metal,

intercambiando palabras.

Yo soy un chico sencillo,

que heredo una gran riqueza,

la que me dio mi bendito,

y a la que hice promesa.

Prometí no inmiscuirme,

en las cosas de palacio,

la riqueza son mis libres,

valores que ahora relato.

Quizás no comprendas con miradas,

lo que quise hacer de noche,

no hicieron falta palabras,

ni una gota de reproche.

Mañana averiguaras lo que digo,

por que es de estremecer,

nunca quise tener hijos,

por que nunca tuve fe.

Y ahora que si la tengo,

creo que se lo que es,

el poder llegar al cielo,

sin una gota de sed.

Por eso digo volcán maldito,

me has llegado a confundir,

en tus labios estaba escrito,

yo tenia que morir.

Ahora que soy iluso,

te apoderaras de mi,

seré un simple recluso,

que no sabrá que decir.

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